21.12.06

Pitágoras: números y música de las esferas

(Pitágoras merece mucho más espacio y dedicación del que le ofrezco a continuación. Esto es sólo un breve esquema a vuelapluma de algunas ideas y concepciones de su filosofía que me parecen atractivas; en un futuro volveré a él con mayor profundidad y analizaré, dentro de mis posibilidades, su pensamiento filosófico)

Todos sabemos algo de Pitágoras: la mayoría de nosotros lo reconoce por su famoso teorema, que nos hacían aprender en clase de primaria como método para mejorar (o iniciar, y en algunos casos, para aborrecer) nuestras matemáticas. Pitágoras no forma parte de los milesios, como Tales o Anaximadro, sino que vivió en Italia gran parte de su vida; tras la destrucción de Mileto, Italia fue la cuna de grandes pensadores, de casi todos los presocráticos posteriores a los milesios, de hecho. Pitágoras vivió en el siglo VI antes de Cristo.

Una visión de la filosofía de Pitágoras comienza y acaba en los números: "los números son la medida de todas las cosas", decía él. El orden cósmico, es decir, la totalidad, estaba basado en ciertas relaciones numéricas. A algunos números les atribuían un significado especial, una particular relevancia dentro de esas relaciones. Por ejemplo, el tetrakto, el número 10: era llamado el número divino, porque consistía en la suma de los cuatro primeros enteros (1+2+3+4). El 4 era símbolo de justicia, y el 6 y 28, iguales a la suma de sus divisores (6=1+2+3, por ejemplo), eran considerados números "perfectos".

Esto puede parecer pura charlatanería numerológica (aunque sea charlatanería de hace 2.500 años y vislumbrada por uno de los genios más importantes de la antigüedad), pero tuvo un gran apoyo gracias a su relación con la música; en efecto, el propio Pitágoras halló que la música está basada en los números. En síntesis, descubrió que las longitudes de las cuerdas que producen tonos armónicos guardan entre ellas razones numéricas simples: la octava, por ejemplo, corresponde a la razón 2:1 (que quiere decir que una nota aguda da dos vibraciones en el tiempo en que una grave da una sola).

Lo que Pitágoras y, posteriormente sus seguidores, los pitagóricos, hicieron fue crear, edificar toda una cosmología basada en los números y en la música. Idearon que el Cosmos estaba compuesto de nueve capas o esferas cada una de las cuales correspondía a un astro (Tierra, Luna, Sol, los cinco planetas hasta entonces conocidos y la esfera de las estrellas fijas), más otra esfera añadida, la "anti-Tierra", necesaria para cuadrar las cuentas y dar sentido al 'tetrakto', aunque esta esfera era puramente inventada. Además, cada una de las esferas emitía su propia música, su particular tonalidad (de ahí parte la idea de la "música de las esferas"), a medida que giraban alrededor de la Tierra.

Es un hecho a destacar que, pese a todas las carencias y los errores conceptuales que tienen las ideas pitagóricas, al menos guardan una singular conexión con el saber en nuestro tiempo: y es que Pitágoras y sus seguidores creían que el mundo físico era una manifestación del orden matemático que subyace en él; los números juegan un papel en el Cosmos, un papel quizá fundamental. Hoy en día, la moderna física matemática opina lo mismo. Debe haber, en efecto, al menos algún tipo de orden racional, describible en números, en la urdimbre del espacio para que nuestras teorías físicas, en ese mismo plano físico, funcionen tan bien.

Así pues, Pitágoras abrió el camino a una interpretación, al alimón, tanto racional como mística (entendiendo aquí por místico una relación inefable y compleja de ciertos números con la realidad de nuestro mundo) del Cosmos. Cierto que su concepción de esferas y la música adherida a ellas no responde a lo que sabemos hoy sobre los movimientos planetarios y su propia existencia (por ejemplo, hay muchos más astros en el sistema solar de lo que él creía, y por tanto el 'tetrakto' no se puede aplicar en absoluto), pero parece ser que algún poso residual permanece en nuestra visión moderna del mundo, más allá de esferas y notas armónicas: nos sentimos atraídos por esa idea, esa conexión espacio-musical del universo, hay algo en ello que nos agrada
(personalmente, el viaje final en la película '2001, una odisea en el espacio' me recuerda vagamente a Pitágoras... no sé si porque estoy saturado de filosofía, o porque intuyo que algo debía saber la pareja Kubrick-Clarke al respecto).

Quien sabe si Pitágoras, que floreció en Italia hacia el 523 antes de Cristo, intuyó tal vez más acerca del Cosmos de lo que estamos hoy dispuestos a aceptar.

19.12.06

Leyes naturales y existencia

Todos tenemos una idea de lo que es una ley de la naturaleza. Observando a nuestro alrdedor, vemos una serie de regularidades que se repiten: movimientos planetarios, comportamiento de los átomos y sus consituyentes, e incluso algo más banal como una carretera o un edificio también sigue cierta regularidad en su, por llamarlo así, 'comportamiento'. Por ejemplo, una carretera se llena con el paso del tiempo de baches y grietas producto de ciertas fuerzas que tienen lugar en su superficie; un edificio puede derrumbarse si somos tan tontos de construirlo sin seguir ciertas conocimientos básicos de ingeniería. A partir de estas experiencias en el mundo real, los científicos aplican racionamiento inductivo para afirmar que tales comportamientos y regularidades siguen una ley.

Ya dijimos en otro post que el razonamiento inductivo no es infalible: aunque el Sol salga hoy por el este, cabe la posibilidad (muy muy pequeña, eso sí) de que mañana lo haga por el oeste. Este razonamiento, pues, sólo sirve para facilitar nuestra comprensión general del mundo, para darle un sentido de familiaridad, de regularidad, para hacernos ver que en el Cosmos hay un orden predecible, al menos a gran escala.

Pero, respecto a las leyes naturales, ¿realmente existen o son un "invento" de nuestra mente dirigido a hacernos comprensible el Universo? Supongamos que somos habitantes de la Tierra 5.000 años atrás: miramos al cielo y vemos extrañas figuras formadas por puntos de luz; nuestra mente imagina animales y dioses allá arriba, dotamos a esas figuras y puntos de luz de vida propia. Para nosotros, actualmente, no se trata más que de estrellas unidas de forma completamente arbitraria, y por tanto es un fenómeno de la imaginación, pero no real (no hay unicornios u osas en el cielo, busquemos donde busquemos). Sin embargo, para las gentes de antaño, sí era real, al menos en el sentido de que tenía sentido (redundancia voluntaria) porque significaba algo en sus vidas, daba, en efecto, familiaridad al cielo.

Claro que las leyes naturales son otra cosa. Cuando se obtiene una ley natural, a partir de ella pueden hacerse descubrimientos físicos nuevos, y además la estructura matemática de la propia ley parece sugerir que, en efecto, ésta existe, es real. Algunas de las cualidades de las leyes naturales son curiosamente parecidas a las que se le suponen a Dios (universales, absolutas y eternas). Casi nadie duda de que las leyes naturales existen (de lo contrario, no entenderíamos prácticamente nada del Universo, y nuestro propio cuerpo nos resultaría extraño y desconocido), pero lo que la pregunta hecha un poco más arriba cuestiona sigue estando presente: aunque existan, ¿esas leyes son descripciones últimas de la realidad, o se trata de un modelo matemático que es útil para describir cierto esquema de la misma (pero no es ella en sí)?

Hay quienes consideran las leyes naturales como trascendentales, es decir, como independientes del mundo real, más allá de él, si se quiere. Pero dado que las leyes sólo se manifiestan en el mundo físico, es imposible llegar hasta donde quiera que estén éstas, porque, al menos con el método científico, es imposible ir más allá de la materia y el mundo físico. Vemos cómo las cosas se comportan de acuerdo a unas leyes, pero no vemos las propias leyes. Entonces, si no podremos jamás verlas directamente, ¿porqué dotarlas de una vida desligada del mundo físico?

Hay cosas que tienen una existencia concreta: una piedra, el Sol, las personas, todo existe de una forma 'real', detectable por los sentidos; sin embargo, hay otras cosas que también existen, aunque sea en otros planos, y no tienen conexión alguna con los sentidos: átomos, campos gravitatorios, etc., que aunque revelados por la ciencia, son abstractos, impalpables, semiexistentes, por decirlo de alguna forma. ¿Qué tipo de existencia tienen, pues, las leyes naturales? Aunque concedan que las leyes observadas hoy en día son sólo una aproximación de las leyes verdaderas, las últimas, lo cierto es que la mayoría de científicos opina que las leyes son trascendentales. Tras un tiempo indefinido, llegará el momento en que veremos el rostro de esas leyes últimas, y entonces la física teórica estará completada.

En mi opinión, las leyes no son trascendentales. Creo que los científicos yerran cuando sostienen que el Cosmos sigue un grupo de leyes, situadas "en una realidad aparte del mundo al cual gobiernan" (J. Hartle). Las leyes, pese a existir, están ligadas al tapiz físico, a la sustancia material en que basa lo que vemos a lo largo del Universo. En el pasado ha habido muchos ejemplos de verdades que se consideraban fundamentales y que hoy sabemos no son más que interpretaciones erróneas de la realidad porque nuestra perspectiva era demasiado estrecha o parcial. ¿Quién nos dice que ello no esté sucediendo en la actualidad, respecto a las leyes que hoy sí consideramos fundamentales? Cierto que hay diferencias de grado entre unas y otras, pero el caso es que nuestras leyes (y las teorías que las engloban) siguen estando confinadas a nuestra propia circunstancia cultural, histórica y a los conocimientos científicos.

Es bien cierto, por ejemplo, que una civilización extraterrestre más adelantada que la nuestra podría perfectamente poseer unas leyes naturales completamente distintas, e interpretarlas a su vez dentro de su propio marco histórico-científico-cultural. Siendo esto así, ¿cómo podríamos considerar que nuestras leyes naturales son un reflejo fiel, exacto y concreto de la realidad?

(Nota: muchas de las ideas contenidas en este post están más desarrolladas, y sin duda mucho mejor expresadas, en el libro de Paul Davies "La mente de Dios", obra verdaderamente excepcional y cuya lectura recomiendo a todos)

12.12.06

Anaximadro: 'kosmos' y 'apeiron'

Anaximadro es otro de los tres principales milesios, junto a Tales y Anaxímenes. Vivió en el siglo VI antes de Cristo. Si para Tales la tierra tiene su origen en el agua, Anaximandro va mucho más allá y se cuestiona no ya por el origen de la tierra, sino por el origen de ese agua que Tales propone como explicación. Es decir, eleva la pregunta hasta el fin mismo: ¿cuál es el origen sin más, el origen de todo, tierra, agua, estrellas y materia? ¿De dónde procede todo?

Dado que Anaximandro no cuestiona el origen de una u otra cosa, sino el principio absoluto de todo, que no requiere a su vez un origen, debe buscarse algo alejado de la experiencia cotidiana, la cual siempre está definida tanto espacial como temporalmente. Este nuevo concepto es, pues, indefinido, carece de límites, y aunque exista realmente, es algo que está más allá de la experiencia y, también, del mundo de los dioses. Anaximandro llama a esto apeiron, algo inmortal e indestructible. Ésto último corresponde a algunas de las características de los dioses, pero el apeiron se halla "por encima de ellos" en un aspecto fundamental, y es que los dioses, pese a ser inmortales e indestructibles, tienen un origen en el tiempo, porque nacieron en un momento dado; el apeiron, por el contrario, es además de todo ello, eterno, no está limitado temporalmente.

Del apeiron están derivados los cielos y todos los mundos, y él es la causa de nacimientos y destrucción. Esto puede sonar un poco al concepto de Dios, pero Anaximandro trató de no incorporar ningún elemento mítico o deidad en sus reflexiones. Aun así, resulta bastante complicado no hacerlo, y se nota aún cierto aire mítico en las características que le presupone al apeiron. Es normal, no obstante, porque por aquel entonces aún coexistía el pensamiento mítico con la naciente racionalidad.

Tuvo también Anaximandro interés en relación a la génesis del kosmos. Según él, el kosmos nace por un doble proceso de resecamiento y calentamiento. Ese proceso es constante, no se detiene jamás, y será el responsable de que en el futuro lejano los elementos que ahora forman el kosmos se unan de nuevo en apeiron, del que surgieron al principio de los tiempos. Encontramos aquí algunas ideas vagamente relacionadas con ciertos conocimientos cosmológicos actuales: Big Bang, evolución del Universo, unión de todo lo existente en un punto central (tanto al principio como al final del Cosmos, si resulta que tras la expansión deviene la contracción...), etc. Y, también, se relaciona de alguna manera con la concepción cíclica del Cosmos según la cosmogonía hindú (pero esto es más interesante analizarlo con mayor detalle en el futuro).

La generación del kosmos según Anaximandro no parte de ningún elemento transformado en otro, sino "en base a la segregación de contrarios", como comenta Simplicio: "los contrarios son: caliente-frío, seco-húmedo, etc". Estas fuerzas en tensión tienen un alcance limitado, ya que de lo contrario alguna de ellas se impondría, reinaría en el kosmos, y entonces el proceso de resecamiento y calentamiento se detendría, con lo que el kosmos quedaría reducido a un ente muerto y sin actividad. En palabras de B. Russell, "los elementos conocidos estaban en lucha unos con otros. El aire es frío, el agua húmeda y el fuego caliente. La sustancia primaria de la que parte todo debe ser, en consecuencia, neutral en esta lucha".

Anaximandro, y para ir terminando con este apunte, también sentía curiosidad por hechos más 'científicos'. Por ejemplo, creía que la Tierra era un cilindro, fue uno de los primeros (o, tal vez, simplemente el primero) en hacer un mapa, y asimismo creía que el Sol era 27 o 28 veces mayor que la Tierra. La respuesta correcta es que el Sol es casi 110 veces mayor que nuestro mundo, pero no importa conocer la verdad de este hecho. Lo que importa es que fue un cálculo extraordinariamente preciso si tenemos en cuenta que Anaximandro fue uno de los pioneros en el pensar racional, que empleó tan sólo su ingenio, sin ayuda auxiliar alguna, y que vivió, en las costas del mar Egeo, hace más de 2.500 años, miles de años antes de que el hombre occidental llegase a saber, en realidad, qué era el propio Sol.

Resulta curioso que ideas formuladas hace tanto tiempo sigan teniendo su sentido, su lógica, su adecuación, y que pese a los años transcurridos, aún sintamos que Anaximandro, pese a todo, estuvo en algunos aspectos más cerca de la verdad acerca del nacimiento y destino del 'kosmos' de lo que seguramente ni él mismo hubiese podido imaginar.

30.11.06

Parménides; el ser-Uno y el alcance de las palabras

Parménides de Elea (540/450 antes de Cristo) fue un importante filósofo griego, uno de los primeros en emplear el pensamiento lógico para acercarse a la verdad, aunque Bertrand Russell califica su lógica como "lógica metafísica"... .Parménides sugiere que para llegar a ella hay que alejarse de la vía de la opinión de los mortales, los cuales "nada saben y andan errantes". Es decir, es menester abandonar lo que los sentidos nos revelan y acudir al pensamiento, pero no cualquier pensamiento, sino aquel que se basa en las premisas correctas, ya que sólo a partir de éstas es posible una aproximación a la verdad. En otras palabras, empleando la deducción podremos por fin asirla de una forma fiable. De esto se desprende que verdad y error son deducidos; el resultado al que lleguemos dependerá del punto de partida que escogamos.

Un aspecto importante de la teoría de Parménides es que proviene de analizar el sentido y significado de ciertos conceptos relacionados lógicamente. Al ser su teoría consecuencia del pensamiento racional, puede ser demostrada por cualquiera que haga valer tal razonamiento. Esto es relevante porque aunque los presocráticos anteriores (Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Heráclito... ) siguieron un procedimiento racional, sus conclusiones se basaban en la experiencia. Parménides, por su parte, establece que el mundo sensitivo es "pura ilusión", que los sentidos nos engañana, y que sólo mediante el razonamiento (lógico) y no la experiencia, es posible llegar a la verdad de las cosas.

Para Parménides, existe una identidad entre ser y pensar, porque no hay conocimiento autónomo al margen del ser). El ser es y no es posible que deje de ser. El ser se define como oposición a "no-ser". El único ser verdadero es el Único, el Uno. Pero este uno no es un Dios como el actual, sino más bien un ente material y extenso, semejante a una esfera. Pareménides enumera las determinaciones conceptuales del contenido del Ser:

- La imposibilidad de que nazca a partir de un "no-ser" u otro "Ser", pues esto es irreconciliable con la disyuntiva "Ser/no-Ser".

- Ese 'nacimiento' o surgimiento implicaría un antes y un después, que son incompatibles con el Ser, ya que este es, sin evolución, historia ni desarrollo. Desde el punto de vista temporal, el Ser no ha surgido, y es indestructible.

- Espacialmente, el Ser es un todo unitario cerrado sobre sí, o sea, no tiene partes, ni huecos. Es, por tanto, indivisible.

- El ser no carece de nada. Al ser un ente inmóvil, no se modifica; si no, sería posible modificarlo para llegar a la perfección. El Ser es, pues, perfecto.

La conclusión a la que llega Parménides es que el Ser es una esfera perfectamente simétrica, homogénea y cerrada sobre sí misma.

Según Parménides, las apariencias engañan. Para llegar a la verdad, necesitamos la revelación de una 'diosa', aunque una diosa no en un sentido mítico. Sus revelaciones son comprensibles racionalmente. Es imprescindible situarse en el marco del saber de la verdad (marco siempre racional y lógico) para entender que las apariencias no son más que eso. El "llegar a ser y perecer, cambiar y variar" todo ello no es más que lo que no es. Y esto es así porque, en efecto, sólo lo que es es Ser, y el Ser se caracteriza, como he comentado, por su inmovilidad.

Esta es, quizá, la idea más crucial que aporta Parménides. Él concibe que un nombre no dice "nada real", o sea, que la palabra se concibe sólo como un nombre que se da a la cosa; la cosa no es su nombre, sino que tan sólo 'recibe' "un" nombre. Tal pensamiento aboca a la idea revolucionaria de disociación entre nombre y cosa, algo que hasta entonces siempre había permanecido inseparable.

La palabra nombra y al nombrar una cosa ésta aparece. Pero si la palabra es solo nombre, entonces no llega a respresentar el verdadero ser de la cosa. De aquí deriva una idea bastante inquietante, y que me gustaría que cerrase este breve esquema sobre Parménides: si los nombres no representan el verdadero ser de las cosas que enuncian, y si la Filosofía no es más que un conjunto de palabras, ¿supone esto que, en el caso de que Parménides estuviese en lo cierto, la corrección y el alcance de la misma debería cuestionarse? En otras palabras, ¿no debería el filósofo guardar silencio ante la verdad, porque la desconoce por completo, habida cuenta que él no es capaz de comunicar el ser de las cosas, sino tan sólo el nombre, el cual quizá emmascare y difume completamente el verdadero significado de todas las cosas en cuestión?

23.11.06

Razonamientos y método científico

Según Alfredo Deaño, los razonamientos son "un tipo de pensamientos cuyo rasgo característico es que en él se produce siempre el paso de una o más afirmaciones que tomamos como el punto de partida a una afirmación que se sigue de aquellas". O sea, la idea es derivar una conclusión de unas premisas. Éso es un razonamiento. De ahí que imaginar, recordar o inventar no sean razonamientos. Son sólo otras formas de pensamiento.

Generalmente empleamos dos tipos de razonamientos: la deducción y la inducción. Según el DRAE, y para empezar:

Deducción es el método por el cual se procede lógicamente de lo universal a lo particular.

Inducción es extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares, el principio general que en ellas está implícito.

Las premisas de que parte un razonamiento deductivo se consideran ciertas desde el principio, como axiomas. Son enunciados que se toman como ciertos sin más, porque la lógica, el sentido común, la experiencia o los sentidos nos sugieren que así debemos hacerlo. Un razonamiento de este tipo, según dice Paul Davies, "no pasa de ser un método para procesar hechos o conceptos para presentarlos de una forma más útil o interesante". En realidad, tales argumentos no sirven para aportar algo "nuevo", porque todo está ya contenido de una forma u otra en las premisas. Por ejemplo, Euclides, un famoso geómetra griego del siglo III antes de Cristo, enunció cinco axiomas sobre los que se basaba la geometría. Eran axiomas fundamentales, pero avances posteriores dieron al traste con algunos de ellos. En el Universo, la geometría de Euclides no es del todo correcta; han fallado sus axiomas porque los sentidos o la experiencia a veces no sirven a mayores niveles de conocimiento. Deducir es pura lógica: a partir de unas premisas se obtiene una conclusión. En realidad no importa lo que se diga: si el esquema lógico es correcto, la conclusión será verdadera. Una conclusión deducida es válida si no hay manera de plantearse el asunto desde una óptica en que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa.

El razonamiento inductivo es más comprensivo; parte también de una serie de hechos o hipótesis, y a partir de ellos llega a la conclusión, pero lo hace de forma generalizada. Yo puedo afirmar que mañana el Sol saldrá más o menos por el este y se pondrá por el oeste, y puedo estar razonablemente seguro de ello, porque se trata de un razonamiento inductivo basado en una generalización: el Sol siempre se comporta de esta manera (al menos, hasta ahora). Pero ello no implica que estas "leyes" sean ciertas, sólo que lo son muy probablemente, pero nunca con una certeza absoluta. El que veamos cien cuervos negros nos sugiere que el próximo que observemos también lo será, pero no es imposible que sea blanco (aunque sí muy muy improbable...).

Cuando hay un número limitado de observaciones o experiencias y no hay forma de razonar deductivamente, los científicos emplean la inducción. La física es casi toda ella puro razonamiento inductivo. Pero a veces, y según Karl Popper las más de ellas, los científicos ni siquiera hacen uso de este procedimiento. Cuando se realiza un descubrimiento, los científicos, por el contrario, retroceden para elaborar hipótesis compatibles con él, y a partir de esa hipótesis deducen ciertas consecuencias que se pueden comprobar experimentalmente.

De esto se deduce, siguiendo un poco a Paul Feyerabend, que hay cierta "anarquía" en el proceder de la ciencia, la cual no avanza siempre por métodos deductivos o inductivos. En ocasiones, entra en juego la imaginación o la inspiración, y mediante ellas un investigador o un pensador resuelven problemas, analizan situaciones o describen hechos de una forma que hubiese sido imposible en caso de emplear la deducción o la inducción.

Por lo tanto, hay que evitar glorificar el método científico, porque aunque mediante él hemos descubierto enormes maravillas y hemos acercado a la Humanidad a un saber profundo y útil, lo cierto es que en muchas ocasiones ese método, este procedimiento empírico, está basado en más vaguedades y simplezas intelectuales de las que imaginamos. Los razonamientos sirven para aprender, para saber más acerca del mundo, pero a veces, en efecto, se llega al conocimiento científico sin seguir para nada el método científico.

17.11.06

Dejando atrás al mito... o intentándolo (Mito, logos y algo sobre Tales)

Es muy habitual en los textos de Filosofía mencionar que uno de los mayores frutos conseguidos por los presocráticos era, sin duda, haber facilitado el paso del “mito al logos”, o lo que es lo mismo, el tránsito desde el pensamiento mítico, identificado con los dioses, al pensamiento racional, basado en la observación y la experiencia, en definitiva, en la razón.

No obstante, también es cierto que en los albores de la filosofía occidental, el mito y el logos tenían una relación bastante próxima, en el sentido de haber aún ciertos rasgos míticos en las concepciones de algunos de aquellos pensadores presocráticos.

El tránsito de una forma de pensamiento a otra es, también sin duda alguna, uno de los momentos más importantes de la civilización occidental (y, por ende, de la especie humana), porque representa el instante en que la inteligencia separa, aún tímidamente, las maneras típicas de enfocar los problemas existentes. Para explicar el origen del mundo, por ejemplo, Hesiodo, poeta griego del siglo VIII antes de Cristo, menciona un sinfín de dioses y diosas los cuales son los responsables directos de todo lo existente. En cambio, presocráticos como Tales o Anaxímenes hablan de hechos, accesibles para todos aquellos que dispongan de razón y estén dispuestos a utilizarla. El mundo se vuelve entonces comprensible, racional, ya no se trata de la voluntad divina la que maneja los entresijos del cosmos (o, mejor, del kosmos), sino que los procesos naturales pueden bastar por sí mismos para dar cuenta del mundo.

Ahora bien, el mito permanece en los presocráticos aún, y pese a que lo haga de una forma impersonal e intentando no ser vista, queda patente en las reflexiones de Tales, por ejemplo. Tales trata de “desmitologizar” a la naturaleza, pensando racionalmente de qué modo pudieron, elementos naturales, ser los responsables de la formación del universo. En su búsqueda de la respuesta, Tales halla que todo deriva del agua. A ese respecto escribe Aristóteles: “Concibió [Tales] tal suposición tal vez por ver que el alimento de todas las cosas es húmedo, y porque de lo húmedo nace el propio calor y por él vive [...]. Además las semillas de todas las cosas tienen naturaleza húmeda y el agua es el principio de la naturaleza para las cosas húmedas”. Puede parecer un razonamiento un poco tosco, aun lejano de los tiempos científicos (‘el alimento de todas las cosas es húmedo’, ‘las semillas tienen naturaleza húmeda’, etc... .), pero ahí reside precisamente el logro presocrático: ser capaz de razonar por sí mismos una explicación del mundo sin la participación directa de los dioses. No interesa tanto la respuesta que dieron los presocráticos a las preguntas que se hacían, sino esas mismas preguntas y la forma, el procedimiento que emplearon para intentar resolverlas.

Sobre Tales vale la pena mencionar también una frase a él atribuida: “todo está lleno de dioses”. La materia, para los presocráticos, está viva, y tiene su movimiento precisamente a causa de ello. El alma es principio de movimiento; todo lo que tiene movimiento tiene alma; la materia tiene movimiento; luego la materia tiene alma (esto es, por cierto, un ejemplo perfecto de inferencia formalmente válida, algo que estudia la Lógica, parte importante [aunque un tanto adusta] de la Filosofía). De modo que Tales habla en el sentido, no necesariamente de que los dioses aún duermen en la estructura profunda del universo, sino quizá que, en la materia, persiste algo divino, algo que aún está más allá de la razón, del entendimiento común... pero que no son las acciones de los dioses. Es como si admitiera que aún queda mucho por aprender en cuanto a la materia y al mundo, como si la esencia propia de las cosas (vivas, según ellos) no fuera aún comprensible.
Estas breves notas apuntan a que, de un modo u otro, el mito permanece vivo en la raíz de las concepciones e ideas de los presocráticos. Y tampoco cabe extrañarse por ello, habida cuenta de que el mito ha estado ligado al pensamiento humano desde los albores del mismo. Además, el mito no es sólo una ingenua y vacía forma de ver el mundo, no es en absoluto una expresión literaria de él sin más intención que la de cautivar a las gentes, es mucho más que una representación banal y simple del universo. En efecto, hay que desterrar la idea de que el mito supone la ignorancia antigua y, en cambio, el logos es el responsable del saber moderno. Puede que el mito tuviese carencias conceptuales muy importantes, pero aspira, al igual que el logos, a revelar cuál es la condición humana, de modo que muchos de los mitos pueden tener una base, unos cimientos verdaderos. El propio Platón, cuando parecía que el mito había pasado a un segundo plano, los presenta como una forma literaria de expresar las verdades que escapan de la experiencia y el entendimiento racional.

El mismo Tales pudo basarse en concepciones míticas a la hora de reflexionar en profundidad sobre el agua como principio creador. Es sabido que Homero llamó al “Océano” ‘padre de todas las cosas’, y que en ciertas cosmologías orientales, que Tales posiblemente conocía, el agua jugaba un papel bastante importante. Aunque Tales huya de emplear conceptos míticos, lo cierto es que estos parecen sobrevolar de alguna forma en el cielo de su pensamiento.

De todo esto, lo que me gustaría destacar es que el tránsito del mito al logos no supone el paso desde el error hasta la verdad. Claro está que el uso de la razón fue determinante para nuestra posterior evolución como civilización, y que a ella le debemos mucho, pero el mito no debe permanecer como sinónimo de desconocimiento, de saber oscurantista y lejano. Guarda en su esencia la razón de la existencia humana, y es un método tan bueno como cualquier otro de intentar hacer nuestro y comprensible, humano, a un universo hostil, complejo e indiferente para con nosotros. Es cierto que no es válido para describir los procesos naturales, y que la formación de un rayo puede explicarse mucho mejor entendiéndolo como fenómeno eléctrico que como consecuencia de la ira de Zeus. Sin embargo, si abandonamos completa y absolutamente la visión mítica del mundo, quizá estemos perdiendo también parte de nuestro propio ser, y por supuesto parte de nuestra cultura común. Es, creo, mucho mejor abrazar a ambas, la forma racional y la mítica, para así dar cuenta y entender de una forma más plena (aunque no necesariamente más verdadera) todo lo que nos rodea.

El mito es humano, es un intento por hacer nuestro lo ajeno, lo lejano, lo extraño. Aunque ganemos algo de ingenuidad al empaparnos de él, tal vez también así conozcamos y empecemos a valorar esas formas rudimentarias, pero humanas, que los antiguos emplearon para ver al mundo, quizá, como en realidad es, como parte de nosotros mismos.

2.11.06

Historia [muy breve] de la Filosofía (Introducción)

En realidad, más que una breve historia de la Filosofía, las serie que inicio hoy pretende, tan sólo, ofrecer algunos nombres y unas pocas nociones (básicas, muy básicas...) de filósofos y escuelas filosóficas de la, podemos llamarla así, primera etapa de la Filosofía.

Previamente, sin embargo, hemos de apuntar que en esta relación aparecen únicamente filósofos y escuelas filosóficas occidentales. No es que en Oriente no haya existido la Filosofía (¿alguien está dispuesto a ponerlo en duda?), sino que es mejor, ahora que estamos empezando un recorrido general por las figuras más representativas de esta disciplina, ceñirnos a esta corriente principal... . Tiempo habrá en el futuro para dedicarnos al pensamiento oriental. Prometido.

La Filosofía, tal y como la entendemos en la actualidad (razonamiento profundo y reflexivo del mundo y el hombre, etc.), puede dividirse temporalmente en cuatro grandes bloques: antigua, medieval, moderna y contemporánea. Cada uno de estos bloques abarca diferentes periodos históricos, de distinta duración y con marcadas características propias (sociales, políticas, etc.), lógicamente. De momento, creo que limitaremos esta serie a la Filosofía antigua: aun así hay mucha tela por cortar... .

La Filosofía Antigua está compuesta por dos grandes épocas: la griega y la romana. Esta separación es absolutamente habitual en casi todos los manuales y textos de Filosofía, aunque la verdadera distinción entre ellas no aparece hasta la filosofía de raíces cristinas; anteriormente, los filósofos romanos parecían querer mantenerse en la línea de pensamiento griego.

En cualquier caso, la Filosofía occidental nació en Grecia, concretamente en la ciudad de Mileto, en Asia Menor. Dentro de la Filosofía Griega, se distinguen tres periodos: arcaico, clásico y helenísitico.

Así pues, y para hacernos una idea general de la Filosofía, tenemos:

-Cuatro grandes periodos:

Antigua (desde el siglo VII antes de Cristo hasta el V después de Cristo)

Medieval (entre el siglo VI y el siglo XIV)

Moderna (entre los siglos XV y XVIII)

Contemporánea (siglo XIX, siglo XX y en la actualidad)

Y, a su vez, dentro de la Filosofía Antigua (de la que nos ocuparemos en el futuro más próximo):

Griega

y Romana

Por lo que respecta a la primera, encontramos:

Época Arcaica: que corresponde a los filósofos presocráticos (Tales, Anaximandro, Anaxímenes, en Mileto, y en tierras italianas, Pitágoras, Parménides, Zenón de Elea, Empédocles, Anaxágoras, etc.).

Época Clásica: en la que situamos a tres grandes; Sócrates, Platón y Aristóteles.

y la Época Helénica: donde pueden encontrarse las grandes escuelas de pensamiento filosófico (estocios, epicúreos y escépticos).

Y en relación a la Filosofía Romana:

Todos aquellos pensadores que mantuvieron los cánones y formas griegas, por ejemplo:

Estoicos: Séneca, Marco Aurelio, Epicteto.

Neoplatónicos: Plotino y Proclo.

Aristotélicos: Andrónico de Rodas.

Epicúreos: Lucrecio (un poeta, en realidad).

Eclécticos: Cicerón.

Y, por otra parte, los filósofos seguidores de la doctrina cristiana (que, sin ser filosofía propiamente dicha, marca una importante revolución en el pensamiento humano).

Entre ellos, hallamos a San Justino, San Irineo, Clemente de Alejandría, Tertuliano y, por último, San Agustín.

Así pues, en breve empezaremos a comentar algunos aspectos interesantes de estos pensadores; huelga decir que seguiré un orden aleatorio (quien se pierda, si es que alguien se pierde por perder su tiempo aquí [redundancia voluntaria], siempre puede buscar auxilio en este esquema). Y, también huelga decirlo, mis apuntes serán sólo eso, apuntes, ideas o especulaciones personales, no material canónico y de elevado cariz intelectual. Son sólo pequeñas aproximaciones superficiales a la Filosofía. Aun queda mucho trecho por recorrer antes de alcanzar la sabiduría... .

29.10.06

Las preguntas de la Filosofía

Toda Filosofía aspira a responder preguntas; de hecho, las preguntas son precisamente una parte muy importante en Filosofía, más incluso que las respuestas en sí. Al contrario que en la ciencia, las respuestas no tienen la intención de ser autosuficientes, unívocas y, dentro de los límites lógicos, válidas. Pretenden ser útiles, servir para continuar mejorando el camino hasta llegar a la verdad, y aunque algunos filósofos crean que han llegado a esta ella, lo cierto es que pronto se dan cuenta de tal imposibilidad. Las respuestas filosóficas no son más que pasos hacia la meta, pero la meta en sí está aún muy lejana.

Sorprende la gran cantidad de preguntas que uno puede plantearse acerca del mundo, de la propia vida humana o de algunas de sus características. Pero debemos diferenciar entre las respuestas que puede aportar la ciencia y las que hace la propia Filosofía. Por ejemplo, no es lo mismo para un astrónomo que para un filósofo cuestionarse sobre el universo o la existencia de un principio del espacio y el tiempo; cada uno tiene su perspectiva, su procedimiento (mucho más vago en el caso del filósofo) de acercarse a encontrar una respuesta a tales cuestiones. Hay que comprender que la ciencia tiene su parcela dentro del conocimiento humano (aunque jamás hay que aceptarla como el único método para obtener dicho conocimiento), y que por tanto el filósofo debe atenerse a preguntas que la observación empírica no pueda, por ella misma, responder. De lo contrario, el filósofo estaría haciendo ciencia, no filosofía, y a menudo no conviene entrometerse en campos ajenos... .

Así pues, hay una serie de preguntas o problemas típicamente filosóficos que son, podría decirse, universales, porque han interesado a todas las generaciones de pensadores y forman ya parte de la búsqueda humana del saber. Ahora bien, es curioso que la respuesta actual a algunas de ellas sea tan incierta y parcial como lo era en tiempos de los presocráticos, hace 2.600 años (pero esa es otra cuestión, de la que en breve escribiré...). Estas cuestiones o problemas son:

1) Cosmológicos: acerca de la Naturaleza, el Cosmos, el origen, evolución y destino del Universo, etc. (distinguiendo de las preguntas que la ciencia también formula en relación a estos mismos temas)

2) Epistemológicas: acerca del conocimiento, su verdad, el método para conseguirlo, sus límites, certezas, etc.

3) Éticas: acerca del bien y del mal, la justicia, la conciencia, los valores y la virtud, la felicidad, el deber, etc.

4) Metafísicas: acerca del ser, en general, Dios, la inmortalidad, el alma, etc.

5) Antropológicas: acerca del origen y destino del ser humano, la finalidad de la vida, la cultura, la conexión alma-cuerpo, etc.

6) Socio-políticas: acerca de la sociedad, el hombre, el poder, las desigualdades, la propiedad, los conflictos, etc. (de nuevo, distinguiendo de las preguntas que se plantean las ciencias sociales a este respecto)

De modo que hay una gran variedad de preguntas filosóficas. Tal vez hayamos entrevisto algunas respuestas a unas cuantas de ellas... , pero sea como fuere, lo que es significativo para la Humanidad no es, o por lo menos no lo es en su totalidad, hallar la resolución de sus problemas, sino continuar haciéndose esas preguntas, tal y como se las hicieron, en los albores de nuestra civilización actual, aquellos primitivos pensadores que vivieron en las islas jónicas hace casi tres milenios... .

26.10.06

¿A qué llamamos Filosofía?

Antes de presentar algunas ideas y opiniones de filósofos y los temas que la Filosofía contempla, discute y analiza, deberemos apreciar en su sentido más amplio qué es lo que se considera Filosofía, así como sus conexiones y diferencias con las demás disciplinas de conocimiento humano (por ejemplo, la religión y la ciencia).

Partamos de una idea simple: Filosofía es meditar, reflexionar, abandonarse uno a cavilaciones racionales sobre cualquier asunto que entre en el marco del saber; por ejemplo, acerca de Dios, la existencia humana, el bien y el mal, el conocimiento verdadero, el futuro del hombre, por qué existe algo y miles y miles de temas más. Aunque sean tantos, un mismo tema puede (y debe) ser discutido y analizado por distintos pensadores de diferentes épocas, de modo que a través del tiempo una misma cuestión sea percibida con los ojos de cada generación; ello genera riqueza y profundidad y elimina visiones chauvinistas o excesivamente parciales.

Pero hay muchos tipos de reflexión. Puede uno meditar con finalidades puramente religiosas, místicas, de conexión con la divinidad; puede también reflexionar acerca de cuestiones científicas, empleando el método bien conocido en todo ámbito científico (observación, propuesta de hipótesis, etc.); puede asimismo especular uno con el único auxilio de la imaginación, vagando sin límites por el abierto océano del pensamiento, sin intención inicial alguna... (a veces, de esa forma, alcanzamos certezas e intuiciones mucho más 'reales' que mediante las disciplinas encaminadas a ofrecer tal fin...).

Por su parte, la Filosofía, como dice Bertrand Russell en su Historia de la Filosofía Occidental, "consiste en especulaciones sobre temas a los que los conocimientos exactos no han podido llegar, [aunque] apela más a la razón humana que a una autoridad, sea ésta de tradición o de revelación". Es decir, parece gravitar en un punto intermedio entre la religión y la ciencia; comprende aspectos de ambas, pero, digamos, se 'eleva' sobre ellas, no con un propósito de superioridad, sino simplemente de distinción. La Filosofía no es ni mejor ni más excelsa que la ciencia o la religión; sencillamente, como sigue diciendo Russell, se ocupa de "casi todos los problemas que poseen un máximo interés para los espíritus especulativos [que] no pueden ser resueltos por la ciencia, y [sobre los que] las certezas réplicas de los teólogos ya no nos parecen tan convincentes".

De las preguntas y problemas que han cautivado y seducido a la Humanidad desde hace miles de años, como los elementales que hemos expuesto al principio, se ocupa la Filosofía, sin seguir un método concreto (como la ciencia) ni creer en palabras dogmáticas o en los argumentos de la autoridad (como la religión). Aunque jamás lleguemos a resolver dichos problemas y contestar dichas preguntas, la Filosofía no tiene más que esa misión.

Habrá muchas más definiciones de Filosofía, de mayor calado y precisión, pero yo comparto la de Bertrand Russell; es sencilla, directa y no causa confusiones. Así que esto es lo que nos proponemos (con humildad y sabedores de nuestra limitaciones), ir en busca de las grandes (y no tan grandes) preguntas con el ánimo de acercarnos un poco más (pero sin llegar a ella, sólo puedo avistar la tierra prometida, nunca alcanzarla, dice el poema...) a esa extraña costa llamada Realidad/Verdad/Ser.

Al fin, la verdadera intención de la Filosofía es encontrarnos, sin más y cara a cara, con nosotros mismos... .

19.10.06

El primer paso

Hoy nace este nuevo blog; es un lugar dedicado a la Filosofía, a la reflexión sobre las grandes preguntas y cuestiones que todos nos hemos hecho alguna vez y, también, un espacio para dar a conocer quiénes las meditaron antes que nosotros, es decir, los propios filósofos.

Dado que este año inicio mi etapa como aprendiz de Filosofía, creo que este puede ser un buen modo de recordar, y también discutir, todo aquello que voy aprendiendo sobre la materia y que, a mi humilde juicio, pueda ser interesante o atractivo; claro está se trata de un blog abierto a todo el mundo, de modo que cualquiera pueda opinar respecto los temas o autores tratados (de hecho, sería lo más deseable...). Sin embargo, me parece que éste será, más bien, un lugar de carácter casi personal y individual, ya que, primero, no suelo hacer propaganda de mis blogs por ningún sitio (carezco de voluntad y, además, me parece bastante chulesco), y segundo, la Filosofía no es, precisamente, una disciplina con millones de simpatizantes en este mundo en el que vivimos; se la respeta, se la quiere, sí, algunos incluso la temen, pero casi nadie está dispuesto a penetrar en sus senderos. Quizá por su supuesta complejidad, quizá porque precisa de una mente activa y abierta... .

Como es lógico, la periodicidad de los posts en este blog estará supeditada a muchos factores; aparte del aprendizaje, están por medio muchas otras cosas que este humilde
escriba desea hacer: leer, escribir, pasear, explorar, compartir, soñar y mantener despiertos los viejos anhelos de siempre... . De modo que, poco a poco, espero que este blog vaya cogiendo forma, aunque para que ello sea posible antes es necesario aprender (es decir, aprehender) la propia Filosofía.

Bien, nos aguardan largas noches y días soleados; tiempo habrá para, al menos, intentar ofrecer a quienes se desvíen hasta aquí unos retazos de la sabiduría y conocimiento (que no verdades) adquiridos por nuestra cultura humana desde los albores de su propio nacimiento.

Hasta pronto.

Diálogos de Platón (VI): "Gorgias"

Gorgias es el cuarto diálogo más extenso de toda la obra platónica. Con Gorgias se inicia el grupo de diálogos que se consideran " de ...