2.3.07

Eubúlides de Mileto y sus argumentos erísticos

Eubúlides de Mileto (384-322 antes de Cristo) fue un socrático contemporáneo de Aristóteles, a quien consideraba su enemigo. Formó parte de los filósofos erísticos de Mégara, una ciudad griega emplazada al oeste de Atenas. Por erístico se entiende aquellos pensadores muy "amigos de las discusiones", capaces de discutir sin más hasta que la discusión se convierte, según el DRAE, "en vana disputa".

Eubúlides es recordado sobretodo por una serie de argumentos erísticos repletos de paradojas, y que intentan mostrar el hecho de no poder encontrar en la experiencia ningún predicado determinado ni ningún sujeto inmutable. Es decir, y en palabras de Jean Brun, "la predicación, que consiste en la aserción de un precepto general atribuido a un sujeto, no es posible; sólo queda el juicio: el Ser es, o el juicio de identidad: A es A."

Lo que de aquí se deduce es que la experiencia no es capaz de darnos el ser, sino que se limita al "ámbito de la diferencia, del movimiento, del devenir y de la pluralidad". Para apoyar tal suposición, Eubúlides ofrece argumentos que la defiendan, algunos muy graciosos, por ejemplo:

- El Mentiroso. Si un hombre que miente reconoce al mismo tiempo que miente, ¿miente en su declaración? Por una parte miente, porque que plantea una afirmación que sabe falsa; por otra parte no miente, porque declara que miente. En definitiva, el hombre es al unísono mentiroso y no mentiroso.

- El Encapuchado. - ¿Conoces a tu padre? - Sí. - ¿Conoces a este encapuchado? - No. - Sin embargo, es tu padre. Lo conoces y, al mismo tiempo, no lo conoces.

- Sorites. Dos granos de trigo no constituyen un montón, ni tampoco tres; así, ¿a partir de cuántos granos podremos hablar de montón?

- El Calvo. Si le arrancamos un cabello a un hombre que posee muchos, no por ello se convertirá en calvo, tampoco si le arrancamos dos o tres. Sin embargo, si continuamos haciéndolo llegará un momento en el que el hombre parecerá calvo. Entonces, ¿a partir de cuántos cabellos arrancados podemos afirmar que nos encontramos ante un hombre calvo?

- Electra. Electra sabe que su hermano es Orestes, pro cuando encuentra a Orestes, al que no conoce, ignora que el desconocido sea Orestes. Electra, pues, sabe y no sabe.

- El Cornudo. ¿Tienes lo que no has perdido? - Sí. - ¿Has perdido los cuernos? - No. Luego tienes cuernos.

La verdad es que estas afirmaciones no son más que sofismas, es decir, argumentos que parten de premisas verdaderas, pero que llegan a conclusiones que todo el mundo consideraría inadmisibles. No obstante, son argumentos que parecen seguir las reglas formales del razonamiento, por lo que no resulta sencillo descubrir dónde está el error o la falacia en ellas.

Este procedimiento de Eubúlides solía confundir bastante al interlocutor, haciéndole caer en contradicción en las discusiones filosóficas de la época. Eubúlides partía de que la verdad es el ser y el ser es la verdad. Como el no-ser no es, no existe, no tiene realidad. La verdad debería ser simple y poder expresarse dentro del "si" o "no".

Pero, sin embargo, cualquiera de dichos argumentos no pueden ser verdaderos porque entonces resultarían ser falsos también. Y, por el contrario, tampoco pueden ser falsos, porque entonces serían verdaderos al mismo tiempo. Si tal argumentos no pueden ser ni verdaderos ni falsos o, en otras palabras, si poseen ambas condiciones lógicas, entonces ¿a qué nos atenemos?

Bertrand Russell dijo en relación a la paradoja del Mentiroso que es solamente verídica si es mentirosa, y es mentirosa si es verídica. Él mismo defendió que tales expresiones son lógicamente inconsistentes, algo así como 'frases-falaces', de las que no cabe preguntarse acerca de si son verdaderas o falsas, lo mismo que en el caso de las preguntas o los ruegos. De este modo, los argumentos de Eubúlides se desechan no ya por incorrectos, sino incluso por inexistentes.

Aunque los argumentos de Eubúlides sean considerados erróneos en la actualidad, y la lógica haya podido esclarecer su aura falaz, lo cierto es que, a ojos de neófito, se trata de expresiones verdaderamente paradójicas y sorprendentes, que nos hacen valorar el ingenio de hombres que vivieron hace más de 2.300 años y con cuyas reflexiones aún nos es posible jugar y deleitarnos.

(Recomiendo enormemente una página en especial, El topo lógico, en la que se debate este tema en profundidad, con claridad y ofreciendo una alternativa a la respuesta "negativa" de B. Russell.)

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