16.5.07

Ondas y partículas: un saber incompleto

Releo últimamente uno de los libros divulgativos del maestro Isaac Asimov, de ésos que pueden hacer de ti un sabio en la materia si los lees con paciencia y esmero: prácticamente cada línea es un pedazo de conocimiento, sin desperdicio alguno.

El libro en cuestión es "Átomo, viaje a través del Cosmos subatómico" (el número 58 en la colección de divulgación que RBA publicó entre 1993-1994). Uno de los apartados que me ha llamado la atención, no porque desconociera lo que en él se describe, sino porque había pasado por alto algunas de sus implicaciones, es en el que Asimov nos recuerda el descubrimiento, que debió dejar perplejo a más de uno, de que la luz, la energía que circula por el Cosmos y que permite verlo, es un fenómeno que tanto puede ser considerado una onda, como una partícula.

¿Y qué tiene esto de importante? La luz es información, sin las radiaciones electromagnéticas no conoceríamos nada del Universo, el mundo sería un espacio estéril de percepciones y carecería de toda profundidad mental. Hace más de doscientos cincuenta años hubo un intenso debate científico acerca de quién tenía razón, si el astrónomo Huygens o el famoso físico Newton, cuando decían, el primero, que la luz eran ondas, o en el caso del segundo, partículas. Ahora sabemos que los dos acertaron... en parte, porque la luz consiste, a la vez, en ondas y partículas.

Pero esto es extraño: en el mundo doméstico no hay tal dualidad; por ejemplo, la arena que forma las playas pueden considerarse partículas, mientras que cuando lanzamos una piedra al agua se generan allí una serie de ondas. No hay nada, ningún fenómeno perceptible, que se muestre a la vez como ondas y partículas. Y, sin embargo, la luz lo hace.

El que la luz presente cualidades y sea detectable y analizable bajo el prisma de las partículas o las ondas se debe, sobretodo, a que la luz no es como los objetos corrientes que encontramos a nuestro lado. En palabras de Asimov, la luz, "estudiada en ciertos aspectos, muestra fenómenos de interferencia, como hacen las ondas del agua. Estudiada en otros aspectos, sin embargo, muestra transferencia de energía, como hacen las bolas de billar al chocar entre sí".

Por lo tanto, todo se reduce a la perspectiva bajo la cual investigamos: si analizamos la realidad (o parte de ella) empleando ciertos procedimientos y otorgamos a esa realidad (ahora, en particular a la luz) unas características, podremos extraer de ella conocimiento. Si, por el contrario, la analizamos empleando otro enfoque, la información que se nos ofrecerá será distinta. Lo que me llama la atención no es tanto que esto pueda hacerse con utilidad y provecho científico, sino que combinando dichas perspectivas es cuando obtenemos una imagen mejor y más completa de la realidad. La investigación científica es incapaz, de una vez, de dar una imagen total de la naturaleza y cualidades de la luz: necesita, por así decirlo, hacerlo en dos turnos... .

Éste es un matiz o una reflexión (ignoro si inexacta o falsa porque carezco de mayores conocimientos de física...) que no percibo en el libro de Asimov, y me parece muy importante. Claro que se trata de una apreciación personal. ¿Podría la realidad de la luz, incompleta por sí misma, extenderse a la realidad del propio Cosmos, y percibirlo también de una forma incompleta? ¿Y si el universo espaciotemporal que observamos, estudiamos y descubrimos, no sea más que una porción (quizá fundamental, quizá superflua) de la totalidad?

¿Y si, en definitiva, percibimos nuestra realidad sólo como una parte de la misma, y nos mantenemos ignorantes sobre la otra (u otras)? ¿Podría suceder que la realidad nos estuviera ocultando su rostro complementario, que no pudiéramos (de momento) comprender su otra faz porque desconocemos cómo llegar a ella?

Y, entonces, ¿qué conocemos, en realidad?

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