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6.11.07

Budismo; Tercera y Cuarta Noble Verdad

Concluimos con este apunte la serie dedicada al fundamento de la doctrina budista, las Cuatro Nobles Verdades, de las que hemos analizado las dos primeras en anteriores notas (ver índice al final del post).

El núcleo de la Tercera Noble Verdad radica en la esperanza de que el sufrimiento, causante en última instancia de la infelicidad del ser humano, pueda ser eliminado. Hay, en efecto, un modo de hacerlo, obvio si atenemos al hecho de que el sufrimiento está ligado a la existencia; hay que liberarse del ciclo perpetuo de existencias, de muertes y reencarnaciones sin fin al que nos sujeta la rueda del Dharma. Si bien el vocablo tiene muchos matices, esta liberación es generalmente lo que se demonina el Nirvanâ.

Resulta dificil en extremo responder, sin embargo, a la cuestión de qué es el Nirvanâ, toda vez que el Buddha no legó gran cosa acerca de lo que representaba. Algunos estudiosos, tal vez abusando de su percepción occidental, han equiparado Nirvanâ con la idea de "aniquilación", porque es una manera coherente y fácil de comprender el problema. Aniquilación es un dejar de existir físico, un abandono de todo ser en sí mismo. Y, no obstante, resulta equivocado querer equiparar tal aniquilación con el espíritu original del significado del Nirvanâ. Porque, como parece, dicha palabra hace referencia más bien, según H. T. Colebrook, a un estado de "calma profunda, una situación de felicidad tranquila y sin intromisiones", o si se quiere, un éxtasis completo.

Y este estado de felicidad y dicha inigualables se debe a la fusión, o absorción, del uno, del individuo, con el Absoluto, extremo al que se llega en el Nirvanâ. Así pues, no es exactamente que nuestro yo resulte destruido y aniquilado, sino que pasamos a formar parte del todo, de lo Absoluto. En realidad, poco importa la definición que demos a Nirvanâ, porque en todo caso se trata de una experiencia que se halla más allá de todo razonamiento; a la razón le es inalcanzable comprenderla, pues se halla fuera de toda razón y ésta no puede, pues, experimentarla. Lo cual supone, también, que no podamos hablar de ella, referirnos a ella de manera fiel o cercana, puesto que ¿cómo va el lenguaje, producto de nuestro intelecto, a dar fe de algo que se halla fuera de los límites de éste?

Bien, recapitulemos. Sabemos que, en esta realidad, todo es sufrimiento (Primera Noble Verdad). Sabemos, asimismo, que la causa del sufrimiento es el anhelo de vivir (Segunda Noble Verdad). Y conocemos, también, que existe la posibilidad de salvarnos, de expelir fuera de nosotros mismos el sufrimiento, la enfermedad, mediante la liberación o Nirvanâ (Tercera Noble Verdad). La Cuarta Noble Verdad, y última, nos señala el camino a seguir, la salvación definitiva que nos librará de toda pena y padecimiento. Para ello hay que experimentar y transitar por el llamado "Noble Sendero Óctuple". Ocho son, por supuesto, los elementos, hechos o factores que lo integran, que pueden ser escindidos en tres grupos principales:

1) Grupo de la Sabiduría. Consta de dos elementos, a saber: el recto entendimiento, compuesto por la comprensión intelectual y, en parte, experimental, a las que se llega por medio de las Cuatro Nobles Verdades; y el recto pensamiento, formado por ideas y sentimientos de buena voluntad, de respeto y compasión ante los demás, así como las intenciones de desapego y renuncia, básicas para el fin de la liberación.

2) Grupo de la Conducta Ética. Formado por tres elementos: Recta palabra, es decir, hablar sincera y honestamente, sin verter mentiras o calumnias, y en general, hacerlo de forma que no se inste a la enemistad o el conflicto. También cabe abstenerse de chismorrear y conversar sin sentido o sólo por hablar; Recta acción, o sea, no robar ni actuar maliciosa o indecorosamente, ni por supuesto matar o herir a alguien; Recto sustentamiento, que supone abandonar hábitos dañinos o equivocados que suponen un lastre para los demás.

3) Grupo de la Disciplina Mental. Consta de otros tres factores: Recto esfuerzo, orientado hacia la producción constante de buenos pensamientos, saludables para nosotros mismos y los otros; Recta atención, o sea, ser atento a las necesidades del cuerpo, a sensaciones y emociones y a las actividades mentales; el último de estos elementos es la recta concentración, representativo de la meditación budista.

Todos estos ocho elementos no son independientes y no hay que seguirlos unos tras otros. Al contrario, se hallan estrechamente relacionados, de forma que cabe realizarlos conjunta y constantemente, si bien esto sólo es posible tras mucho esfuerzo, y supone el máximo logro que las enseñanzas budistas pueden aportar.

El budismo apareció, como ya hemos indicado, hacia el siglo VI antes de Cristo, momento de especial importancia y que coincide con el florecimiento de la filosofía griega presocrática. El mundo, para nosotros, es efímero, indiferente, generador de sufrimiento y destinado a una lenta agonía (casi todas estas particularidades especificadas por el Buddha, asombrosamente, nos las ha revelado también la ciencia astrofísica actual). La salvación que nos ofrece el Óctuple Noble Sendero supone una anexión, pero sin desaparición, hacia un Absoluto, un momento de fusión completa con el vacío, para de esta forma dejar atrás el sufrimiento y poder alcanzar la liberación total.

Tal vez la característica más razonable y humana del budismo es que permita llegar hasta ese extremo sin un credo, un ritual o una magia específica, brindada por un dios omnipotente al que hay que alabar de continuo con ofrendas o plegarias. Por el contrario, el budismo no es más que un camino personal, al que todos podemos acceder y recorrer, únicamente auxiliados por nuestra voluntad y sacrificio. No tendremos una palabra amable, una mano en nuestro hombro o una ayuda externa y divina. Tan sólo contamos con nuestros propios ánimos y estímulos, y en nuestro patear constante, en ese perigrinar sin fin hacia la perfección, quizá nos encontremos con nuestra meta ulterior, la de sembrar amor por el mundo, por nosotros, y por todo cuánto vive a nuestro alrededor. Ése puede ser, posiblemente, el objetivo final y definitivo de toda auténtica religión.

Serie sobre el Budismo:

Una breve introducción
Primera Noble Verdad (I)
Primera Noble Verdad (I)
Segunda Noble Verdad

23.9.07

Budismo; Segunda Noble Verdad

Unos meses atrás iniciamos una serie de 'ligeras' notas sobre el budismo: primero hicimos una somera introducción, y posteriormente describimos la Primera de las Nobles Verdades. Hoy corresponde hablar de la Segunda de ellas, pero antes un recordatorio de lo ya dicho.

Las Cuatro Nobles Verdades representan el fundamento de la doctrina budista, que cabe considerar no como religión, sino como un método de curación de las enfermedades del alma. La Primera Noble Verdad permitía ver que, en efecto, nos atenaza una enfermedad, a la que debemos hacer frente. Esta enfermedad es el sufrimiento, pero ¿cuál es su causa? Éste es el núcleo de la Segunda Noble Verdad.

Uno de los motivos reside en la voluntad de vivir, en la sed de placer y la sed de prosperidad, como queda recogido en el texto Mahâvagga. Ahora bien, como en el budismo existe una completa conexión y dependencia entre todos los elementos, la sed de existencia es debida, a su vez, a otro hecho. La necesidad de vivir se enlaza, así, a la sensación, la cual nos permite experimentar. Pero ésta, por su parte, toma forma gracias al contacto y, así sucesivamente, aparece un ciclo fundamental del budismo cuyo nombre, Pratîtya-samutpada, podría traducirse por "origen interdependiente" o "surgimiento condicionado".

Este ciclo supone la idea de que nuestro universo aparece y se consume debido a causas y condiciones concretas, que se entrelazan y engarzan a modo de eslabones que, en último término, dan lugar al surgimiento del sufrimiento. Expresado literariamente: "Cuando esto es, eso existe. Con el surgir de esto, eso surge. Cuando esto no es, eso no existe; con cesar de esto, eso cesa".

El ciclo Pratîtya-samutpada se construye con dos importantes concepciones: por una parte, la inevitable causalidad, que asume la existencia de una causa para todo fenómeno o suceso, causa que permite explicarlo. Si deseamos que un fenómeno deje de existir, necesitamos hallar, pues, su causa, y si es posible, destruirla. La segunda concepción relevante engloba a la anterior y es el hecho de que toda cosa en el universo está inextricablemente ligada a las demás: no sólo todo fenómeno posee una causa, sino que dicho fenómeno es causa de otros, dentro de un sistema de infinitas causalidades y conexiones. Así lo explica Piyadassi Thera:

Sujetas a la ignorancia (de la existencia verdadera) surgen las formas volitivas (o karma)
Supeditadas a las formaciones volitivas aparece la conciencia (hay renacimiento)
Dependiendo de la conciencia se forma la mentalidad-materialidad (es decir, el par mente-cuerpo)
Condicionada por la mentalidad-materialidad emana la base séxtuple (cinco órganos sensoriales más la conciencia)
Supeditado a la base séxtuple se produce el contacto
Dependiendo del contacto nace la sensación
Sujeto a la sensación surge el deseo
Supeditado al deseo aparece el apego
Condicionado por el apego se produce el devenir
Dependiendo del devenir se produce el nacimiento, el envejecimiento y la muerte, la pena, el lamento, el dolor, la aflicción y la tribulación. Así se produce toda esa masa de sufrimiento, el anuloma paticca samuppâda (Noble Verdad de la Producción de Sufrimiento [dukkha])
Mediante la eliminación total de la ignorancia se suprimen las formaciones volitivas; al cesar éstas, la conciencia; a su vez, cesan la mentalidad-materialidad, etc. Con ello, se suprime toda la masa de sufrimiento, el patiloma pattica samuppâda.

Así pues, el sufrimiento surge como consecuencia de la ignorancia ante la existencia material y sensible, cuya naturaleza consideramos verdadera cuando no es más que ilusioria. Una vez comprendemos que el sufrimiento es la raíz de las desdichas, y tenemos constancia también de cómo surge ese sufrimiento, es el momento de pasar a la acción, de ponerle fin, es decir, de qué manera podemos alcanzar el Nirvâna. Este es, ya, el terreno reservado para la Tercer Noble Verdad, que analizaremos en un apunte futuro.

13.6.07

Budismo; Primera Noble Verdad (I)

Hace unas semanas hicimos una pequeña introducción a la filosofía budista. Dijimos allí que el corpus de su saber descansaba en las Cuatro Nobles Verdades y apuntamos muy someramente cuáles eran. En lo que sigue haremos una inmersión más profunda en la Primera de ellas.

La Primera Noble Verdad contiene y condensa el carácter de la realidad, del mundo y del propio ser humano bajo la perspectiva budista, es decir, nos ofrece una pincelada de lo que piensa el budismo acerca de cómo es y en qué consiste lo existente. Según esto, la realidad posee tres características fundamentales (Trilaksana):

1) Primero, la naturaleza (o la realidad) es perecedera, fugaz, inconsistente. En una palabra, no hay nada eterno. Nosotros mismos, a cada instante de tiempo, dejamos de ser lo que éramos; a medida que el tiempo transcurre, los seres humanos cambiamos completamente, de forma que lo que somos ahora, emocional, física y mentalmente, desaparece a cada instante. En resumen, todo es Impermanencia (anitya).

2) Segundo, si efectivamente no existe nada eterno, si todo muda y cambia, si nada permanece siendo sí mismo, entonces debemos concluir que ni fuera ni dentro de nosotros hay algo que sea inmutable, algo que exista para siempre. Podría definirse como Insustancialidad (anātman).
Es un concepto algo dificil de entender, pero resulta fundamental porque es la principal enseñanza de todo el budismo: nuestro 'yo', según el budismo, no es más que una colección temporal de fenómenos pasajeros y dinámicos que se suceden ligados estrechamente los unos con los otros. Es de estos procesos de los que brota la consciencia y la idea posterior de individualidad. El alma o el espíritu, conceptos tan habituales y preclaros en occidente, no tienen ningún sentido para el budismo.
Nosotros existimos, sin duda, pero no hay nada en nosotros que perdure; hablamos de nuestro 'yo' para movernos en el mundo y operar en él de forma comprensible, pero es sólo una convención, una expresión, que en realidad no describe nada.

3) La última de las características es Dukkha, Insatisfactoriedad (o sufrimiento). Se entiende por Dukkha ser consciente de que si, en efecto, no hay nada que perdure y no existe ninguna entidad inmutable, entonces no hay cosa alguna que pueda satisfacernos plenamente. Es decir, tarde o temprano todo aquello que nos dé placer, felicidad o nos satisfaga dejará de hacerlo. El ser humano, en su condición de tal, ansía la felicidad o el placer completos (que supone, desde luego, el hecho de ser duraderos), pero como ello no puede darse en un mundo cambiante como este, entonces todo es insatisfactorio, todo es, en una palabra, sufrimiento.

La doctrina de las Cuatro Nobles Verdades se asienta todo ella en esta última idea, la del sufrimiento; este pesimismo inherente al budismo no deja al margen, sin embargo, que al mismo tiempo que se reconoce la presencia de un gran desencanto ante el mundo se inste a valorar enormemente la vida que nos es dada: porque el objetivo del budismo es, precisamente, evitar dicha insatisfactoriedad, dicho sufrimiento, alcanzado la liberación. Y si podemos llegar al estado de liberación es, de hecho, gracias a que nuestra forma de vida, nuestra existencia particular, es la ideal para conseguirlo. La vida, pues, es motivo de alegría: es viable la liberación, es factible abandonar la Rueda del Dharma, y lo podemos conseguir ahora y aquí.

El sufrimiento tiene varias caras, según el budismo: puede mostrarse como un sufrimiento doméstico, es decir, aquel que padecemos en nuestra vida diaria, y que se relaciona con el hecho de nacer, morir, sufrir enfermedades, hacerse viejo, sufrir amores y desdichas, etc. Quizá, por otra parte, esté unido al sufrimiento que es consecuencia del cambio constante, de la transformación que padecemos de continuo, porque todos aquellos sentimientos y sensaciones que gozamos se desvanecen y diluyen en el tiempo. O bien, por último, cabe entender el sufrimiento como la insatisfacción que producen los diferentes estados condicionados, es decir, la conciencia de ser nosotros una pluralidad de componentes de variada naturaleza y sustancia.

Estos estados condicionados son cinco, y constituyen la vertiente más filosófica y estimulante, desde el punto de vista racional, de esta Primera Noble Verdad del budismo. No obstante, será mejor detenernos y digerir lo dicho. Paso a paso conoceremos más acerca del budismo, quizá la no-religión más apasionante y coherente de cuantas han hechizado a la especie humana.

12.6.07

Budismo; Primera Noble Verdad (II)

Hemos dicho que, en el budismo, el sufrimiento procede de varios frentes: el, por así decir, doméstico, el que resulta de la constante transformación vital y el sufrimiento producto de esa sensación de desasosiego que producen los estados condicionados.

En efecto, como no existe un yo, una esencia personal que distinguir, un ātman, el budismo contempla al individuo tal un complejo cuerpo-mente compuesto por elementos psicofísicos interdependientes. Estos elementos son cinco, los cinco agregados y se denominan dharmas. Corresponden a la forma material, la sensación, la percepción, las composiciones mentales y la conciencia.

1º Agregado (forma y cuerpo): referido a toda la materia que forma lo existente, tanto lo que compone nuestro cuerpo como el mismo universo. Está constituido por los cuatro elementos (tierra, agua, viento y fuego), a partir de los cuales nuestro cuerpo toma su forma. De esos cuatro elementos parten veinticuatro cualidades materiales, entre las que cabe hallar los órganos sensitivos y los objetos sensoriales (que son, por ejemplo, el ojo y las formas visibles, el oído y los sonidos, la nariz y el olor, etc.). En consecuencia, este primer agregado comprende tanto el cuerpo material en sí como los medios de que disponemos para formarnos una imagen de él.

2º Agregado (sensaciones y sentimientos): puede entenderse como los datos que recibimos del mundo por medio de nuestro sentidos y de la mente. Consitutuyen las sensaciones, y son de seis clases: la visual, la auditiva, la olfativa, la gustativa, la táctil y la mental. Como tales, pueden resultarnos agradables, dolorosas o neutras.

3º Agregado (percepción y memoria): es el responsable del reconocimiento de los objetos psico-físicos y el archivado que realizamos de los datos recibidos. Se fundamenta, al igual que el agregado anterior, en la conexión con las seis facultades del mundo externo, que posteriormente transformamos en objetos reconocibles. Pero no sólo se trata de objetos físicos, porque también las ideas, los pensamientos son considerados como tales.

4º Agregado (estados mentales): son las actividades propiamente mentales, diferenciadas en unas cincuenta categorías que incluyen todo tipo de pensamientos, pero sólo los volitivos, es decir, los que forman parte de nuestra voluntad (así, las sensaciones y las percepciones no están dentro de esta categoría). Son la fabricación de la experiencia subjetiva que tenemos del objeto percibido.

5º Agregado (consciencia): supone la respuesta de la mente ante un saber del objeto que se torna consciente en nuestro ser. La conciencia muda a cada instante porque ante lo existente responde de diferente forma (rechazando lo doloroso, deseando lo agradable y manteniéndose indiferente ante lo neutro) y causa insatisfacción en el individuo al carecer de control frente a cómo serán percibidos los objetos.

Todos estos cinco agregados son altamente inestables, de modo que el corazón del ser no será ninguno de ellos ni podrá encontrarse allí; de hecho, el ser, el yo, no es más que una etiqueta con la que familiarizar la combinación de los cinco agregados del ser. Cuando estos cinco agregados psicofísicos actúan de forma interrelacionada surge la idea del yo. Pero también ellos son sufrimiento, porque son impermanentes y se modifican de continuo.

Sabemos ya en qué circunstancias aparece el sufrimiento (los tres frentes que comentábamos al inicio), pero ¿cuál es su origen, de dónde procede, cuál es la fuente de la que brota y que invade nuestras vidas? Con ello se relaciona la Segunda Noble Verdad... de la que hablaremos en un futuro apunte.

27.4.07

Budismo; una breve introducción

Hace tiempo que deseaba postear algo sobre alguna de las sabidurías orientales (budismo, hinduísmo, confucianismo, doctrina de Zaratustra, etc.), ya que se trata de nuevas posturas ante el conocimiento y la vida que, sin duda, resultan muy atractivas por ofrecer una alternativa (no necesariamente incompatible, pese a sus extremas diferencias) a nuestros esquemas occidentales.

Hoy me atrae hablar del budismo. Ante todo aclarar que el budismo no es una religión; o, si se quiere, es algo más que ella. Porque nosotros entendemos como tal a un sistema de fe y adoración, sujeta a fidelidad hacia algún tipo de ser sobrenatural, en la que se afirma la existencia de un Dios creador del universo. El budismo, en cambio, carece de una figura divina a la que adorar, no hay culto alguno y rechaza la idea de un alma particular e individual. No se trata de una doctrina atea, sino que considera que es imposible demostrar si tal ente existe. Además, el budismo no aparta a la razón de su camino, sino que la abraza, puesto que pretende comprender las ideas sobre las que él mismo se basa. No cabe, pues, definirla como religión en el sentido convencional, aunque contiene aspectos religiosos, sin duda.

El budismo, en pocas palabras, podría considerarse como un sistema de salvación, pero no como el cristianismo, en el que la salvación juega el papel de liberadora de la esclavitud del pecado, sino salvación del sufrimiento que la propia vida conlleva. Y para ello no existe mejor procedimiento que la meditación, es decir, el dominio de los procesos mentales. Así, el budismo se convierte en un gran sistema de pensamiento religioso, psicológico y filosófico (pues también contiene, obviamente, gran número de reflexiones y abstracciones de dicha índole).

El corazón de la doctrina del Buddha (personaje histórico y líder religioso del budismo, uno de sus mayores reformadores) corresponde a las Cuatro Grandes Verdades, que iremos viendo en otros posts con mayor detalle. Este sistema era empleado, no como un canon religioso o una doctrina filosófica específica, sino más bien como método de cura, un proceso terapéutico que el sujeto debía seguir para terminar librándose de todo sufrimiento. El proceso, en analogía con las tácticas de la medicina de la época, consistía en los siguientes cuatro pasos: diagnosticar cuál era la enfermedad, reconocer su causa, establecer si es posible alguna curación y, por último, ofrecer el tratamiento más adecuado en aras de la curación. Aunque, por supuesto, estas técnicas no se aplicaban al cuerpo, sino al espíritu.

Tomando como raíz y aceptando que en esta vida todo es sufrimiento (Primera Noble Verdad), se inicia una búqueda de la causa de dicho sufrimiento, la cual termina estando conectada al deseo de vivir (Segunda Noble Verdad). La cura es factible siempre y cuando logremos deshacernos de la causa del sufrimiento, es decir, la sed o el deseo (Tercera Noble Verdad). Finalmente, prescribe la existencia de un camino hacia la salud, el llamado Noble Sendero Octúple (Cuarta Noble Verdad).

Aunque parezca todo muy confuso e inconexo lo comprenderemos mejor en próximos posts, cuando analicemos una a una cada Noble Verdad y obtengamos entonces una visión más completa de las enseñanzas budistas. De lo que no cabe duda es que para hacerlo hay que desarraigarse ligeramente de la forma de pensamiento puramente occidental, porque es necesario para un entendimiento pleno dejar atrás ciertos planteamientos. Para finalizar, concluiré con un cuadro (tomado del libro Sabidurías Orientales de la Antigüedad, de T. Román López, Alianza, 2004) que sintetiza las diferencias entre las actitudes y posturas ante el mundo y la vida de Occidente y Oriente:

Occidente / Budismo

Acción-reacción / Meditación-contemplación
Dualidad / No dualidad
Egocentrismo / Retracción del yo
Expresión oral / Apagarse en el silencio
Identificación / Observación
Información / Transformación
Mainifestación-forma / Vacuidad
Ser eterno e inmutable / Movimiento, constante devenir
Teoría / Práctica
Tiempo / Presente eterno
Imposición / No violencia

Diálogos de Platón (VI): "Gorgias"

Gorgias es el cuarto diálogo más extenso de toda la obra platónica. Con Gorgias se inicia el grupo de diálogos que se consideran " de ...