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17.5.20

¿Dios existe verdaderamente? El argumento ontológico de San Anselmo


San Anselmo de Canterbury – 21 de abril – Primeros Cristianos













"Que Dios existe verdaderamente.
Luego, Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos. 
Y bien, creemos que tú eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza porque dijo el necio en su corazón: no hay Dios? (Salmos XIII, 1). 
Pero por cierto ese mismo necio, cuando oye lo que estoy diciendo, es decir algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna, entiende lo que oye y lo que entiende está en su entendimiento, aun cuando no entienda que ese algo existe.
En efecto, una cosa es la presencia de algo en el entendimiento, otra cosa es entender que ese algo existe. Así, cuando el pintor piensa con anticipación el objeto que está por hacer, ya lo tiene en su entendimiento, pero no entiende todavía como existente algo que no ha sido hecho aún. En cambio, cuando ya lo ha pintado, primero lo tiene en su entendimiento y, además, entiende como existente la cosa que hizo. Luego el mismo necio ha de convencerse de que existe en el entendimiento algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna, porque oyéndolo lo entiende, y todo lo entendido está en el entendimiento. Y por cierto, aquello mayor que lo cual es imposible pensar nada no puede estar en el entendimiento sólo. En efecto, si estuviera en el entendimiento sólo, podría pensarse que existe además en realidad, lo que sería algo mayor. 
Luego si aquello mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna está en el entendimiento sólo, aquello mismo mayor que lo cual nada puede ser pensado viene a ser algo mayor que lo cual es posible pensar algo: y esto, evidentemente, no puede ser. Luego, a todas luces, existe algo mayor que lo cual no se puede pensar cosa alguna, tanto en el entendimiento como en la realidad."

San Anselmo, texto recogido en La razón y la fe, Buenos Aires, Yerba Buena, 1945, pp. 18-19.


5.4.20

Heráclito (Fragmentos)

Heráclito de Éfeso: su entierro en estiércol | Chispa

1: Aunque este logos (fundamento o razón) existe siempre, los hombres se vuelven incapaces
de comprenderlo tanto antes de oírlo como cuando lo han oído por primera vez; en efecto, aun cuando todo/todas las cosas suceden según este logos, parecen inexpertos al experimentar palabras y hechos como los que yo describo siempre que distingo cada cosa según la naturaleza y muestro cómo es. Pero a los demás seres humanos se les ocultan cuántas cosas hacen despiertos, como se les ocultan cuántas hacen mientras duermen.

2: Por lo cual es necesario seguir lo común; pero aunque el logos (pensar) es común [a todo/s], la mayoría vive como si tuviera un pensamiento particular.

10: Conexiones: entero y no entero, convergente-divergente, consonante-disonante: de todo/todas las cosas, unidad y de uno/la unidad, todo/todas las cosas.

12: Para quienes están bañándose en los mismos ríos fluyen aguas distintas y distintas.

26: El ser humano enciende a sí mismo una luz en la noche cuando su vista se apaga; y mientras vive, al dormir está en contacto con quien está muerto y cuando está despierto con el que duerme.

30: Este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que siempre era, es y será fuego siempre vivo, que se enciende con medidas y se apaga con medidas.

32: Lo uno, el único sabio, quiere y no quiere llamarse con el nombre de Zeus.

51: No comprenden cómo lo diferente concuerda consigo mismo; armonía de tensiones opuestas como la del arco y la lira.

52: El tiempo vital es un niño que juega a las damas; su reino es el de un niño.

62: Inmortales-mortales, mortales-inmortales: éstos viven la muerte de aquéllos, aquéllos mueren la vida de éstos.

80: Conviene saber que la guerra es común, que la justicia [es] disputa y que todo/todas las cosas sucede/n según disputa y necesidad.

88: Lo mismo [en nosotros] lo que vive y muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo; estos se cambian en aquellas y a su vez aquellas se cambian en estas.

103: Común, el principio y el fin para la circunferencia de un círculo.

123: La naturaleza ama ocultarse.

126: Las cosas frías se calientan, lo caliente se enfría, lo húmedo se seca, lo reseco se humedece.


Fragmentos”, en Los filósofos presocráticos, Madrid, Planeta-Agostini, 1998, pp. 23-97.

27.3.20

El culmen del racionalismo



"Arquímedes, para trasladar la tierra de lugar, sólo pedía un punto de apoyo firme e inmóvil; así yo también tendré derecho a concebir grandes esperanzas, si por ventura hallo tan sólo una cosa que sea cierta e indubitable. Así pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, momento, lugar no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero? Acaso esto solo: que nada cierto hay en el mundo. Pero, ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No habrá un Dios, o algún otro poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos? Ello no es necesario: tal vez soy capaz de producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo, pues, ¿qué se sigue de eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser? Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: "yo soy", "yo existo", es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu".

René Descartes, Meditaciones Metafísicas, Meditación Segunda.

24.10.19

Resultado de imagen de paul feyerabend

"Los maestros emplean las calificaciones y el miedo al fracaso para moldear el cerebro de los jóvenes hasta que pierden la última gota de la imaginación que podrían haber poseído"

Paul K. Feyerabend (1924-1994)

5.10.19

Resultado de imagen de quien tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cómo cita

"Quien tiene un por qué para vivir puede soportar cualquier cómo"

Friedrich Nietzsche (1844-1900)

14.2.08

Epicuro: exhortaciones

"Todo el mundo se va de la vida como si acabara de nacer".

"La necesidad es un mal, pero no hay necesidad alguna de vivir con necesidad".

"Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco".

"Nadie, al ver el mal, lo elige, sino que se deja engañar por él, como si fuera un bien respecto a un mal peor".

"Lo insaciable no es la panza, como el vulgo afirma, sino la falsa creencia de que la panza necesita hartura infinita".

"Quien un día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese mismo día".

"El que menos necesita del mañana es el que avanza con más gusto hacia él".

Epicuro de Samos, filósofo griego, 341-271 a. C.

17.2.07

Ortega y Gasset: verdad científica y verdad filosófica

Entrevimos que la verdad científica, la verdad física posee la admirable calidad de ser exacta, pero es incompleta y penúltima. No se basta a sí misma. Su objeto es parcial, es sólo un trozo del mundo y además parte de muchos supuestos que da sin más por buenos; por tanto, no se apoya en sí misma, no tiene en sí misma su fundamento y su raíz, no es la verdad radical. Por ello postula, exige integrarse en otras verdades no físicas ni científicas que sean completas y verdaderamente últimas. Donde acaba la física no acaba el problema; el hombre que hay detrás del científico necesita una verdad integral, y, quiera o no, por la constitución misma de su vida, se forma una concepción enteriza del Universo. Vemos aquí en clara contraposición dos tipos de verdad: la científica y la filosófica. Aquélla es exacta pero insuficiente, ésta es suficiente pero inexacta. Y resulta que ésta, la inexacta, es una verdad más radical que aquélla – por tanto, y sin duda, una verdad de más alto rango, no sólo porque su tema sea más amplio, sino aún como modo de conocimiento; en suma, que la verdad inexacta filosófica es una verdad más verdadera.

Pero esto no debía extrañar. La tendencia irreflexiva y vulgar a considerar la exactitud como un atributo que afecta a los quilates de la verdad carece por completo no sólo de justificación, sino hasta de sentido. La exactitud no puede existir cuando se habla de objetos cuantitativos, o como Descartes dice, de “
quod recipit magis et minus”. Por tanto, de lo que se cuenta y se mide. No es, pues, en rigor, un atributo de la verdad como tal, sino de ciertas, determinadas cosas que hay en el Universo; en definitiva, sólo de cantidad y luego, con valor aproximado, de la materia. Una verdad puede ser muy exacta y ser, no obstante, muy poco verdad. Por ejemplo, casi todas las leyes físicas tienen una expresión exacta, pero como están obtenidas por un cálculo meramente estadístico, es decir, por cálculo de probabilidades, tienen un valor sólo probable. Se da el caso curioso – y el tema merecería ser tratado a parte, porque es candente y gravísimo– de que conforme la física se va haciendo más exacta se le va convirtiendo entre las manos a los físicos en un sistema de meras probabilidades; por tanto, de verdades de segunda clase, de casi-verdades. La consecuencia de esto es uno de los motivos que llevan a los físicos actuales, gigantes creadores de un novísimo panorama cósmico, a ocuparse de la filosofía, a asentar su verdad gremial en una más completa verdad vital.

(J. Ortega y Gasset, "¿Qué es la filosofía?", ed. póstuma, 1957)

Diálogos de Platón (VI): "Gorgias"

Gorgias es el cuarto diálogo más extenso de toda la obra platónica. Con Gorgias se inicia el grupo de diálogos que se consideran " de ...