“La palabra «Dios» es otro
ejemplo. Haciendo caso omiso de la variedad de empleos que ha tenido en tanto
órdenes, podemos distinguir sus usos lingüísticos a través de tres contextos
distintos, de tres situaciones históricas que incluso llegan a coexistir parcialmente
en el orden temporal. En su uso
mitológico la palabra tiene un significado claro. En ocasiones ella misma -o
los términos equivalentes de otros lenguajes- es utilizada para designar a
seres corpóreos que están entronizados en el Olimpo, en el Cielo o en los
Infiernos y que se hallan dotados en mayor o menor grado de poder, sabiduría,
bondad y felicidad.
En ocasiones se la utiliza
también para designar a seres espirituales que, a pesar de no tener cuerpo
semejantes a los humanos, se manifiestan en alguna forma en cosas o procesos
del mundo visible y resultan, por consiguiente empíricamente comprobables.
Por el contrario, en su uso
metafísico la palabra «Dios» designa
algo que está más allá de la experiencia. El vocablo es deliberadamente despojado
de cualquier significado relativo a un ser corpóreo o a un ser espiritual que
se halle inmanente en lo corpóreo, y como no se le otorga un nuevo significado
deviene asignificativo. A menudo puede parecer que la palabra «Dios» también
posee significado en el orden metafísico, pero ante una cuidadosa inspección
las definiciones establecidas al respecto han demostrado ser
pseudodefiniciones. Ellas conducen o a secuencias de palabras lógicamente
ilegítimas [...] o a otras expresiones metafísicas (por ejemplo: «la base
primordial», «lo absoluto», «lo incondicionado», «lo independiente», «lo
autónomo», y así sucesivamente), pero jamás a las condiciones de verdad de su
proposición elemental. En el caso particular de este vocablo ni siquiera se ha
satisfecho la primera exigencia de la lógica, o sea la de la especificación de
su sintaxis, es decir, de la forma como aparece en su proposición elemental. En
este caso la proposición elemental debería tener la forma «X es un Dios»; sin
embargo, el metafísico rechaza completamente esta forma sin sustituirla por
otra o, si llega a aceptarla, no indica las categorías sintácticas de la
variable X. (Son categorías, por ejemplo: cuerpos, propiedades de cuerpos.
Relaciones entre cuerpos, números, etc.)
El uso teológíco de la palabra
«Dios» se sitúa entre el uso mitológico y el metafísico. No hay aquí un empleo
propio, sino una oscilación del uno al otro de los usos mencionados. Algunos
teólogos tienen un concepto de Dios claramente empírico (esto es, mitológico,
de acuerdo con nuestra terminología). En este caso no nos hallamos ante
pseudoproposiciones, pero la desventaja para el teólogo consiste en que, de
acuerdo con esta interpretación, las proposiciones de la teología son empíricas
y, por lo tanto, quedan sujetas a las decisiones de la ciencia empírica.
El empleo lingüístico que otros
teólogos hacen de este término es claramente metafísico. [...]
Tal y como los ejemplos ya
examinados de «principio» y de «Dios», la mayor parte de los otros términos
específicamente metafísicos se halla desposeída de significado, por ejemplo,
«la Idea», «el Absoluto», «lo Incondicionado», «lo Infinito», [...].
Las pretendidas proposiciones de
la metafísica que contienen estas palabras no tienen sentido, no declaran nada,
son meras pseudoproposiciones”.
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