En
la serie de cuatro notas que con ésta empieza, vamos a describir el origen, los
principios, principales miembros y algunos de los centros educativos inspirados
en ella y, finalmente, el ataque que la Institución
Libre de Enseñanza (ILE) iba a sufrir por medio de los conservadores. Esta
primera entrega la dedicaremos a los orígenes. En la serie seguiremos la obra
de Antonio Jiménez García El Krausismo y
la Institución Libre de Enseñanza (Cincel, Madrid, 1985), que por su
sencillez y claridad didáctica recomendamos sin dudarlo.
A)
Antecedentes. La
“Primera Cuestión Universitaria”. El Colegio Internacional.
Una idea magistral puede
aparecer por un golpe de ingenio o talento, pero lo más habitual es que sea
producto de nociones o intuiciones previas, que se funden y acrisolan en una
misma. La ILE, hija en buena parte
por la aportación y el trabajo incansable de Francisco Giner de los Ríos (a
quien conoceremos en breve), no nació de la nada. En efecto, fue inseminada,
por así decir, gracias al Colegio
Internacional, fundado por José Calderón y Nicolás Salmerón. El
por qué de su aparición debe buscarse en la llamada “Primera Cuestión
Universitaria”. En los años finales del reinado de Isabel II aumentó, hasta
niveles bastante lamentables, la represión ante pensamientos no anclados en la
ortodoxia. Manuel de Orovio, ministro de Enseñanza a la sazón, no toleraba la
apertura intelectual del krausismo, sino que quería mantener el arraigo
católico tradicional a toda costa (recordemos que el krausismo español adoptaba
un “catolicismo liberal”, en nada opuesto a la religiosidad católica; de hecho,
lo veían como la mayor expresión religiosa del racionalismo armónico aunque,
eso sí, sujeto al cambio y a la perfectibilidad). Por ello, para evitar la
difusión de las ideas krausistas y progresistas, de Orovio decidió expulsar de
sus respectivas cátedras de enseñanza a Giner de los Ríos, Salmerón y Fernando
de Castro. La respuesta de Salmerón, a la que se unieron sus compañeros
destituidos, fue crear en 1866 el Colegio
Internacional, naturalmente de ámbito privado, que ofrecía enseñanza
primaria y secundaria brindando los medios y pedagogías más avanzadas del
momento, y que serviría de base y sustrato educativo a la Institución.
En el Colegio convivían
internos los alumnos y el matrimonio Salmerón así como sus numerosos hijos, por
lo que tenía un evidente ambiente familiar. R. Castrovido describe así dicho
ambiente: “En aquel Colegio no se usaban palmetas, ni otras disciplinas que las
científicas, ni se injuriaba los niños llamándoles brutos cuando no se sabían
la lección, ni se les obligaba a repetir de memoria rezos, la tabla de
multiplicar, los ríos de España, las capitales de Europa, la historia de los
reyes godos y las fábulas de Samaniego. Era un colegio que no hacía odioso al
profesor ni cargante el estudio”. En efecto, un profesor, como nos dice V.
Cacho Viu, “modesto, sin brillo ni nombre exterior, dedicado por entero a la
enseñanza”.
En 1874, tras un corto
tiempo en el que Salmerón dejó la dirección, el Colegio finalmente desapareció
legalmente, pero en absoluto en espíritu.
B)
Origen de la ILE.
“Segunda Cuestión Universitaria”.
Una palabra puede muchas
veces definir toda la idiosincrasia de un ideal. Si hubiera que elegir una que
describiera el espíritu que anima a los krausistas, sin duda alguna ese vocablo
sería libertad. Libertad social e
individual, libertad de cátedra, de pensamiento… Los krausistas veían en la
ausencia de libertad en nuestro país la la servidumbre y la sumisión a la
tradición palpable en la sociedad. El efecto de esto era el atraso, la carencia
de progresismo, el apego a las imposiciones, su debilidad. Salmerón escribiría
en 1869, inmerso en el Sexenio Revolucionario, unas agrias palabras lamentando…
“la servil educación teocrática […] ha entronizado especialmente en la sociedad
española el imperio de una fe ciega, intolerante e inmóvil, trayendo […] la
enajenación del propio pensamiento, el miedo a la libre indagación, la
desconfianza en la salud del alma…”.
Esta pasión por la
libertad se plasmaría incluso físicamente, al sustituirse el retrato de la
reina Isabel II, que presidía el testero del Paraninfo de la Universidad
Central, por la inscripción Libertad de
la ciencia, y justo debajo la frase bíblica La verdad os hará libres, en latín (veritas liberabit vos).
Sin embargo, el sexenio
revolucionario no fructificó, y la monarquía borbónica consiguió de nuevo el
poder. Y, con él, la represión: a principios de 1875 veía la luz un real decreto
que instaba a los rectores universitarios a que controlaran y evitaran la
difusión y la enseñanza de cualquier contenido ajeno o “contrario al dogma
católico… [y] a la sana moral”. Las protestas que efectuaron Salmerón, Giner de
los Ríos, de Azcárate y otros catedráticos les valieron ser expedientados y
suspendidos; pero, no contentos con ello, los conservadores tuvieron a bien
expulsarlos del cuerpo docente, primero, para después aumentar el agravio,
hasta cotas absurdas e incomprensibles, cuando decidieron deportarlos y
encarcelarlos… El único delito que cometieron estos catedráticos fue negarse a
seguir los preceptos y mandatos establecidos en el decreto; hubo compañeros de
cátedra que renunciaron a su puesto ante semejante barbaridad, en un gesto de
solidaridad que les ennoblece.
C)
Nace la ILE
Francisco Giner de los
Ríos fue encarcelado durante unos meses en el castillo de Santa Catalina, en
Cádiz, y allí fue donde rumió la idea de fundar un centro educativo privado.
Escribía en una carta, más tarde, ya en libertad: “… tal vez organicemos
modestamente una pequeña institución de enseñanza superior libre, con una
escuela de Derecho”. En 1876, Giner, en colaboración con Salmerón, Azcárate y
otros ayudantes, confeccionan una primeriza idea general de lo que sería la
Institución. Algunos medios de comunicación, como El Imparcial, recogía el espíritu de libertad de esta emergente
escuela superior, criticando las Universidades estatales como centros muy
alejados del deseo de conocer la verdad sin reservas. En su edición del 29 de
mayo de 1876, señalaba esta publicación que dicha verdad sólo se intentará
alcanzar “en establecimientos como el que va a crearse [la Institución], donde
los desenvolvimientos de las ideas, las creaciones del espíritu no están
sujetas a las trabas y a las ligaduras que disposiciones recientes [el
mencionado real Decreto de 1875] sujetan al profesor, matando su
independencia”.
La Institución Libre de
Enseñanza queda definitivamente establecida el 31 de mayor de 1876, aprobándose
los estatutos correspondientes. Un somero vistazo a las actividades de la
Institución da idea de los valores que le caracterizaron. En el artículo 16
leemos que desea realizar “estudios de cultura general, estudios superiores
científicos, conferencias y cursos breves de carácter científico y/o popular”,
así como fundar una biblioteca y un gabinete, editar un boletín que recoja
trabajos científicos y promover la cultura general por medio de concursos y
premios.
Francisco Giner de los
Ríos sostuvo siempre que el estado paupérrimo de la enseñanza española en su
tiempo obedeció al sistema obsoleto y fallido de las oposiciones; por el
contrario, en la ILE debía prevalecer un profesorado que mostrara fundamental
su vocación para la docencia, su conducta recta y su destreza como oradores e
investigadores. Por motivos económicos pronto tuvo la ILE que renunciar a
proporcionar clases universitarias, centrándose en la enseñanza primaria y
secundaria.
Como recoge el artículo
15 de la ILE, su ideario es el siguiente: “es completamente ajena a todo
espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido
política; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de
la ciencia y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición”.
El 29 de septiembre de
1876 arranca la aventura intelectual y pedagógica que será la ILE, y que tendrá
un desarrollo de seis décadas, de las cuales casi cuatro serán lideradas por
Francisco Giner de los Ríos.
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