“Cuando miramos los objetos externos
en nuestro entorno y examinamos la acción de la causas, nunca somos capaces de
descubrir de una sola vez poder o conexión necesaria algunos, ninguna cualidad
que ligue el efecto a la causa y haga a uno consecuencia indefectible de la
otra. Sólo encontramos que, de hecho, el uno sigue realmente a la otra. Al
impulso de una bola de billar acompaña el movimiento de la segunda. Esto es
todo lo que aparece a los sentidos externos. La mente no tiene sentimiento o
impresión interna alguna de esta sucesión de objetos. Por consiguiente, en
cualquier caso determinado de causa y efecto, no hay nada que pueda sugerir la
idea de poder o conexión necesaria. [...].
Parece entonces que esta idea de
conexión necesaria entre sucesos surge del acaecimiento de varios casos
similares de constante conjunción de dichos sucesos. Esta idea no puede ser
sugerida por uno solo de estos casos examinados desde todas las posiciones y
perspectivas posibles. Pero en una serie de casos no hay nada distinto de
cualquiera de los casos individuales que se suponen exactamente iguales, salvo
que, tras la repetición de casos similares, la mente es conducida por hábito a
tener la expectativa, al aparecer un suceso, de su acompañante usual, y a creer
que existirá. Por tanto, esta conexión que sentimos en la mente, esta
transición de la representación de un objeto a su acompañante habitual, es el
sentimiento o impresión a partir del cual formamos la idea de poder o de
conexión necesaria. No hay más en esta cuestión. Examínese el asunto desde
cualquier perspectiva. Nunca encontraremos otro origen para esa idea. Esta es
la única diferencia entre un caso, del que jamás podremos recibir la idea de
conexión, y varios casos semejantes que la sugieren. La primera vez que un
hombre vio la comunicación de movimientos por medio del impulso, por ejemplo,
como en el choque de dos bolas de billar, no pudo declarar que un
acontecimiento estaba conectado con el otro, sino tan sólo conjuntado con él.
Tras haber observado varios casos de la misma índole los declara conexionados.
¿Qué cambio ha ocurrido para dar lugar a esta nueva idea de conexión?
Exclusivamente que ahora siente que estos acontecimientos están conectados en
su aparición del otro. Por tanto, cuando decimos que un objeto está conectado
con otro, sólo queremos decir que han adquirido una conexión en nuestro
pensamiento imaginación y fácilmente puede predecir la existencia del uno por
la y originan esta inferencia por la que cada uno se convierte en prueba del
otro, conclusión algo extraordinaria, pero que parece estar fundada con
suficiente evidencia”.
David Hume, Investigación sobre el conocimiento humano, Sección VII, parte I,
parte II (Alianza, Madrid 1994, 8ª ed., p. 91, 99-100).
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