Nacido
en 1848 en Wismar (Alemania), Gottlob Frege fue un filósofo y matemático, alumno
y después profesor de esta última materia en la Universidad de Jena desde 1879
hasta 1918. Es conocido por muchos que gracias a él se inició la moderna filosofía del lenguaje; también a
él se debe el origen de lo que hoy llamamos “lógica formal”. Sin
embargo, su reconocimiento no fue general hasta que Edmund Husserl, Bertrand
Russell y Ludwig Wittgenstein difundieron su trabajo. Hoy se considera a Frege uno
de los grandes lógicos modernos, y como fundador de esta disciplina, defensor
del logicismo y como una de las principales personalidades de la filosofía analítica del siglo pasado,
Gottlob Frege ejerció gran influencia, a veces muy directa, en multitud de
pensadores, entre ellos los mismos Russell, Wittgenstein y o Rudolf Carnap. La
distinción que efectuó Frege entre sentido y referencia de las
expresiones lingüísticas, que analizaremos, sigue siendo aún tema de debate,
aún más de cien años después. De 1879 data su primer libro, que es una de las
fechas fundamentales de la lógica matemática. Murió en 1925.
Un vistazo a las
contribuciones principales de Frege casi produce vértigo: elaboró la logización
de la aritmética y la prueba de que la matemática se reduce a la lógica, así
como cálculo proposicional; introdujo la noción de función proposicional, la
cuantificación y del cuantificador, todo ello en vista de confeccionar el
cálculo cuantificacional; desarrolló un análisis lógico de la prueba y otro del
número. Frege distinguió y comprendió, además, entre mención y uso, e inauguró
un modo metalógico de exponer sus ideas. Frege, asimismo, dio cuerpo y nueva orientación a nuevos
conceptos filosóficos, como el de existencia, y supo diferenciar connotación-sentido-significación
y denotación-referente.
En
su filosofía del lenguaje, el propósito que animó la labor de Frege no fue
tanto brindar una explicación de los fenómenos lingüísticos particulares, sino
ensayar distinciones conceptuales que se pudieran aplicar a toda clase de
sistemas semióticos (la semiótica es la ciencia que estudia los signos, básicos
para entender la lingüística).
Frege
sostenía que las teorías del lenguaje deben explicar la relación de éste con la
realidad, y es algo, afirmaba, que se puede llevar a cabo al margen del
análisis del pensamiento. A partir del siglo XVII, los contenidos mentales (es
decir, ideas, conceptos, etc.) eran el punto de unión entre la expresión
lingüística y la realidad (extralingüística), elemento clave de su
significación. Frege, por el contrario, retornó a las nociones medievales y
aristotélicas, en el sentido de que despojó a dichos contenidos mentales de todo
valor o contenido psicológico; ahora, esos contenidos serán objetivados, y la
lógica tomará las riendas en el análisis del lenguaje.
Por tanto, su visión de
la lógica es completamente antipsicologista.
Frege quería despojar a la filosofía de la lógica y, de paso, a la teoría
semántica, de todo rastro de las tesis psicologistas que las inundaban; ambas,
psicología y lógica, no tienen nada que ver. Su notación, la que presentó en su
obra de 1879, era un lenguaje por derecho propio, afirmaba. Los axiomas lógicos
no mencionan ni objetos ni propiedades que quepa analizar o investigar
recurriendo a ciencias especiales; los cuantificadores que empleaba eran,
asimismo, irrestrictos. Las leyes de la verdad, para Frege, son las leyes de la
lógica. Su “conceptografía” ofrecía un marco para deducir (de forma completa)
cualquier ciencia particular. Tenía pues, una ambición universalista. Esta
pretensión será criticada por lógicos posteriores. Wittgenstein, en su Tractatus
Logico-Philosophicus (1921) y también en obras más tardías, formularía
muchas críticas del punto de vista universalistas fregiano. También los
positivistas lógicas mostrarían sus dudas o el rechazo, como Carnap, en The Logical
Syntax of Language (1934).
Frege
desconfiaba del lenguaje natural, no lo veía como instrumento válido ni para
pensar ni para razonar. Por este motivo dio vida (1879) a la Conceptografía, un lenguaje formal
construido con el propósito de controlar la validez de los razonamientos.
Aplicable en un principio a la matemática, nuestro autor tenía la esperanza de
que fuera extensible a cualesquiera actividades en las que el razonamiento
jugase un papel básico (como en la filosofía).
Comenta
Eduardo de Bustos Guadaña (y de cuya Filosofía
del Lenguaje [UNED, Madrid, 1999] nos servimos para esta pequeña serie y
las sucesivas que traten sobre el lenguaje), “Frege es heredero de una larga
tradición de desconfianza hacia el lenguaje natural… [que] es irremediablemente
vago e impreciso para la representación de la estructura de la realidad”. En
efecto, el lenguaje coloquial es irregular, poco perspicuo y ambiguo en la
expresión de las relaciones lógicas. Por otro lado, hay características lógicas
básicas del los contenidos de los enunciados que se pueden asumir sin ser
reveladas o explicitadas para nada. Así las cosas, es imposible determinar correctamente
y hasta sus últimas consecuencias las premisas a partir de las cuales se sigue una
conclusión en el lenguaje ordinario. Para remediarlo, nos aconseja Frege, o lo
sustituimos por otros medios de expresión más apurados (verbigracia, lenguajes
matemáticos) o nos ponemos a analizarlo conceptualmente en pos de revelar la
estructura lógica que se esconde tras las expresiones lingüísticas.
Frege, pese a ser un
pensador muy original, se apoya y reelabora algunos aspectos de la tradición
filosófica. Destacamos dos: la critica al kantismo y su apego por Leibniz y la
postura realista racionalista. Respecto a la primera, Kant había sostenido que
un concepto puro, sin intuición (desprovisto de contenido psicológico, de
percepción…) era algo vacío. Pero
Frege pensaba que había conceptos, como los aritméticos (número, etc.), sin
ninguna ligazón a una intuición, dado que no son propiedades de los objetos. No
rechazó de plano que los conceptos pudieran ser aprehendidos mediante
intuiciones, sino sólo que necesariamente
tuvieran que serlo. Dado el carácter explícito y el rigor en su formulación de
su propuesta, la mencionada Conceptografía,
Frege sostenía que con ello se garantizaba la inexistencia de premisas
explícitas extralógicas, de las que dependan las conclusiones lógicas. Por
tanto, estas pruebas mostrarían que la aritmética es analítica, no sintética,
como sostenía Kant. En todo caso, Frege redefinió el significado de “analítico”, modificándolo para que pudiera ser
algo “demostrable a partir de leyes lógicas y las definiciones.
Por
lo que atañe a su vinculación con Liebniz, la obra de Frege Conceptografía, que animaba a una escritura conceptual para el pensamiento
puro, enlazaba con la tradición que buscaba una lingua universalis, de la que el alemán del siglo XVII había sido
uno de sus más firmes defensores. Pues bien, Frege concordaba con Leibniz en el
propósito de hallar un lenguaje (formado por leyes básicas del pensamiento
totalmente transparentes) cuyo modo de razonar se pudiera seguir y controlar en
todas sus etapas, de modo que fuera viable un cálculo que permitiera saber la validez de las inferencias en él
contenidas. Por otro lado, Frege no partía de los conceptos, como lo hizo
Leibniz (para el cual el pensamiento verdadero era una combinación adecuada de
los conceptos básicos), sino de los contenidos de los juicios, es decir, de la
aserción de un pensamiento. La unidad significativa mínima ya no será la mera
palabra, sino la proposición, que expresa nuestro pensar de un modo completo.
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