Posteriormente a las investigaciones
de Carnap en el terreno de la sintaxis nuestro personaje viró en sus intereses
hacia el campo de la semántica. Ya en 1934 Carnap había diferenciado entre dos
modos de emplear o utilizar el lenguaje: material
o formal. En el primer caso el
lenguaje habla de la realidad y lo componen proposiciones de objeto (“Ferrari
es un coche deportivo”, por ejemplo); en el segundo el lenguaje habla del
propio lenguaje (“Ferrari es un nombre de coche deportivo”), analizando
propiedades lingüísticas. Éste modo ‘formal’ es el propiamente filosófico,
sostenía Carnap, toda vez que la filosofía, según él, se reducía a eso: a
examinar la estructura lógica de las expresiones lingüísticas. Carnap,
igualmente, creía que muchos de los problemas filosóficos eran resultado de
mezclar o confundir los dos planos y que, clarificando el origen o la esencia
de aquellos, muchos dejarían de serlo.
Pero esto era el ideal de Carnap. Pronto, sin embargo,
empezó a comprender que para caracterizar bien los conceptos semánticos un mero
análisis formal de los lenguajes era del todo insuficiente. Por suerte halló,
en A. Tarski, a un aliado, al constatar que era viable aplicarles un método de
definición parecido al que se empleaban en la sintaxis. Es decir, lo que Tarski
había hecho era formular reglas que concretaban una condición necesaria y
suficiente de la verdad de las expresiones lingüísticas. En efecto, poniendo el
relación un lenguaje objeto y un metalenguaje era posible definir aquellas con
precisión.
Entonces, ¿qué es un método preciso
de análisis semántico? Es aquel que se desarrolla “en un lenguaje
artificialmente definido que desempeña la función de un lenguaje objeto para el
que se especifican, en un metalenguaje, los conceptos semánticos comunes; el
metalenguaje habla, afirma cosas, del lenguaje objeto…”, tanto si éste es “una
lengua natural como un lenguaje formal. La diferencia entre uno y otro… “ pueden
reducirse en principio a que “las reglas que constituyen la lengua natural son
generalizaciones que explican una realidad social… mientras que los sistemas
formales son sistemas lingüísticos que pueden estar ideados con fines
específicos” (Eduardo de Bustos, Filosofía
del Lenguaje, UNED, Madrid, 1999). Por tanto, son sistemas más ‘libres’,
pues no se ciñen a fines descriptivos o explicativos, sino que se constituyen
con intención práctica, y las reglas que los componen se idean en función de
esos fines.
Lo básico en el sistema que
desarrolló Carnap es la “designación”. El análisis semántico es, según esto, el
modo de determinar lo que ‘designan’ cada una de las categorías que pertenecen
a un sistema lingüístico, y esto es importante sobretodo en los enunciados,
toda vez que el significado de los componentes de una oración consiste en su
contribución al significado global de ésta. “Como lo que una oración designa es
su valor de verdad, el significado de las categorías lingüísticas está
determinado por su aportación a la fijación del valor de verdad de la oración”
(de Bustos, op. cit).
Carnap, para poder diferenciar entre
verdades lógicas y fácticas (analíticas o necesarias las primeras, sintéticas o
contingentes las segundas), empleó entre otras las nociones de “descripción de estado” y de “rango”, propuestas por Wittgenstein. La
primera estaría formada por enunciados de una clase concreta de modo que
cualquier enunciado atómico (ya sea éste o su negación) debe pertenecer a esa
clase. Una descripción de estado lo
que hace es describir un posible estado del universo, de los individuos y sus
relaciones dentro de un sistema semántico.
Para un enunciado alfa, por ejemplo, puede suceder que alfa (si tiene forma atómica) esté en un
conjunto ‘descripción de estado’ determinado, o bien no lo esté; si tiene forma
molecular, por su parte, disponemos de un grupo de reglas que nos brindarán
averiguar si alfa es satisfecho por
aquella descripción de estado. Y, en general, pueden establecerse reglas que
definen, para un operador lógico, si el enunciado molecular dentro del cual
está es satisfecho o no por la descripción de estado particular que se haya
escogido. Pues bien, el conjunto de todas las descripciones de estado que
pueden satisfacer un enunciado alfa
se llama “rango de alfa”.
Según Carnap, entonces, si tomamos
la descripción de estado, el rango y ciertas reglas semánticas de designación,
entonces estaremos en condiciones de disponer de una interpretación (es decir, dilucidar sus constantes individuales y
predicativas y concretar el rango) de alfa.
Sabiendo el significado de ese enunciado, sabremos las condiciones que lo hacen
verdadero en relación con una particular descripción de estado.
El concepto de verdad lógica Carnap
lo definió “como la verdad de un enunciado establecida únicamente en virtud de
reglas semánticas, sin referencia a los hechos extralingüísticos”, es decir:
“un enunciado alfa será lógicamente verdadero si y sólo si, dada cualquier
descripción de estado, alfa es
verdadero respecto a ella” (de Bustos, op.
cit.).
Si un enunciado no es lógicamente
verdadero ni falso, entonces es lógicamente indeterminado.
Y lo es porque no se puede aclarar, por medios lógicos, su verdad o falsedad. Y
entonces, ya no es un enunciado analítico o necesario, sino uno contingente o
fáctico. En este tipo de enunciados siempre se dará una descripción de estado
respecto de la cual serían verdaderos (o sea, que siempre podemos imaginar un
conjunto de hechos en los cuales dichos enunciados tengan un carácter
verdadero, y otro conjunto en el que no lo sean). Por eso mismo se trata de
enunciados contingentes: porque respecto a algunos hechos posibles son
verdaderos, pero respecto a otros, son falsos.
En la siguiente y última nota
dedicada a Carnap exploraremos sus nociones de extensión e intensión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario