Retomando el problema de la personalidad iniciado unas notas atrás, donde vimos la cuestión de forma general, analicemos ahora algunas de las soluciones que se han propuesto para explicar dicho asunto, esto es: ¿qué significa ser una persona?, o más especificamente, ¿qué o cuáles rasgos nos definen como personas? En una palabra, ¿qué somos, en realidad, qué nos hace ser humanos?
Podemos responder a estas preguntas desde tres perspectivas genéricas diferentes (en un futuro hablaremos más concretamente de las concepciones metafísicas sobre el ser de algunos filósofos relevantes). Éstas son: el fisicalismo (o materialismo), el inmaterialismo (o espiritualismo) y el dualismo. Analicémoslas.
1) Fisicalismo:
En un primer momento, y observando lo evidente, ser humano supone formar parte de una especie biológica específica, precisamente, la humana. Por lo tanto, partimos de que, al menos, las personas somos algo físico, poseemos un sustrato material que nos identifica como humanos. Ahora bien, este sustrato material, ¿es lo único que nos forma? ¿Somos, tan sólo, un ente físico? Muchos dirán que no, que obviamente somos mucho más que materia o cuerpo. Pero esa obviedad no tiene por qué ser tal. ¿Acaso no podrían, aquellos que afirman la existencia de otro aspecto humano no-físico, equivocarse y ser lo mental (o lo espiritual), que según ellos también nos conforma, no más que un recurso interesado a hacer de nosotros mismos algo "mayor", algo superior a otros animales?
Si somos sólo materia y un cirujano empezase a arrancarnos pedazos de nosotros mismos hasta los trozos más pequeños, entonces al final de proceso no quedaría nada de nuestro ser. "Sin embargo", puede objetar alguien, "mis pensamientos y sentimientos no son materiales, y en cambio sí los poseo, me hacen como soy. Esto demuestra que hay algo más en nosotros que no es físico". "No obstante", argumentaría el materialista, "tus pensamientos y sentimientos no son más que un proceso químico, una combinación de átomos y moléculas dispuestas de forma concreta. Pero son algo físico. Tus pensamientos son, en esencia, materia, porque parten de ella para producirse".
2) Inmaterialismo.
Consideremos ahora la opción opuesta: el propio hecho de ser humano no es debido a una configuración física específica en cada uno de nosotros, sino a que, de hecho, lo que nos hace tales es algo no físico. O sea, aquello que nos diferencia de otras especies, e incluso de otros humanos, es de índole inmaterial. Por ejemplo, nuestras ideas y sentimientos son únicos en sí mismos, especiales en cada ser humano, nos definen y relacionan con los demás. Lo cual sugiere que el cuerpo no es un elemento fundamental para nuestra constitución. Esto es, podríamos cambiar nuestro cuerpo, el envoltorio físico que poseemos desde el nacimiento, y seguiríamos siendo nosotros mismos; por el contrario, si hacemos esto con nuestros pensamientos o sentimientos, nos convertiríamos en otros, porque tales cualidades son las que nos hacen ser como somos. Podríamos, si seguimos al inmaterialismo, tratar al cuerpo como un elemento secundario, casi sin valor, y como hacía Platón, verlo como una "prisión para el alma".
Sin embargo, el cuerpo no es un ente despreciable. Si lo maltratamos o golpeamos supone un agravio (no sólo físico, también psicológica y éticamente), tanto para quien lo sufre como para quien lo realiza. De igual manera que no hay que despreciar las ideas o sentimientos de los demás, el cuerpo parece también formar parte de nosotros, por lo que se merece el mismo respeto. Esto nos lleva a la tercera posibilidad... .
3) Dualismo.
El dualismo es una solución que abraza, menos radicalmente, a las anteriores dos. Puede resumirse así: "Toda persona es una combinación de un cuerpo material y una mente (o, si se quiere, espíritu, alma, etc.) no física". Sería una alternativa de buen juicio a las precedentes, porque no rechaza ninguno de los dos elementos que, en principio, parecen constituirnos. Y, no obstante, es una de las más criticadas filosóficamente, porque es causa de muchas incógnitas. Una de ellas es la siguiente: "Si el cuerpo es un ente físico y la mente no, ¿cómo es posible la interacción mutua entre ambos, es decir, cómo puede algo no-físico (la mente) afectar algo físico, y viceversa? Porque, cuando te levantas de una silla, el cuerpo es quien realiza la acción, pero la mente es lo que la decide. Si la mente es algo no físico, la decisión tampoco lo es, pero entonces, ¿cómo puede la decisión ser la causa de algo físico (el hecho de levantarte de la silla)? Si la interacción causal tiene lugar en el mundo físico, también deberá serlo lo unido por ella (esto es, mente y cuerpo). Y si dicha interacción es no-física, entonces no lo será la mente y tampoco el cuerpo.
En cualquier caso, nos encontramos ante una enorme dificultad, puesto que no podemos entender de qué manera existiría una relación causal entre un cuerpo material y una mente no-física. Si la decisión de levantarte de la silla ha sido tomada por una mente no-física, entonces no podrías (o mejor dicho, no podemos comprender cómo podrías) iniciar el movimiento que permite llevar a cabo tal decisión.
De las tres propuestas, ninguna de ellas nos proporciona una perspectiva capaz de solucionar la cuestión de la personalidad humana. Si tomamos como verdad la primera, con sólo la materia no tenemos suficiente para describirnos en plenitud. Si optamos por la segunda, y anteponemos nuestros sentimientos e ideas al cuerpo, entonces corremos el riesgo de ser egoístas, tratando a los demás de forma injusta y despreciando nuestra responsabilidad moral con ellos. Y la tercera, a priori una solución equitativa, parece no poder explicar la relación entre material y mental. Quizá esta relación exista y posea tal explicación, pero puede que nuestros cuerpos y mentes aún no estén lo suficientemente preparados (¿evolucionados?) para comprenderla.
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