"Que Dios existe verdaderamente.
Luego, Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres
bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos.
Y bien, creemos que tú eres algo mayor
que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza porque dijo
el necio en su corazón: no hay Dios? (Salmos XIII, 1).
Pero por cierto ese mismo necio, cuando
oye lo que estoy diciendo, es decir algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna,
entiende lo que oye y lo que entiende está en su entendimiento, aun cuando no entienda que
ese algo existe.
En efecto, una cosa es la presencia de algo en el entendimiento, otra cosa es
entender que ese algo existe. Así, cuando el pintor piensa con anticipación el objeto que está
por hacer, ya lo tiene en su entendimiento, pero no entiende todavía como existente algo que
no ha sido hecho aún. En cambio, cuando ya lo ha pintado, primero lo tiene en su entendimiento
y, además, entiende como existente la cosa que hizo. Luego el mismo necio ha de
convencerse de que existe en el entendimiento algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa
alguna, porque oyéndolo lo entiende, y todo lo entendido está en el entendimiento. Y por
cierto, aquello mayor que lo cual es imposible pensar nada no puede estar en el entendimiento
sólo. En efecto, si estuviera en el entendimiento sólo, podría pensarse que existe además en
realidad, lo que sería algo mayor.
Luego si aquello mayor que lo cual no puede pensarse cosa
alguna está en el entendimiento sólo, aquello mismo mayor que lo cual nada puede ser pensado
viene a ser algo mayor que lo cual es posible pensar algo: y esto, evidentemente, no puede
ser. Luego, a todas luces, existe algo mayor que lo cual no se puede pensar cosa alguna, tanto
en el entendimiento como en la realidad."
San Anselmo, texto recogido en La razón y la fe, Buenos Aires, Yerba Buena, 1945, pp. 18-19.